El mejor regalo
No estaba Ernesto Valverde para celebraciones, aunque tenía que pasar el trago de recibir una placa por ser el entrenador que más veces ha dirigido al Athletic desde el banquillo. Indudablemente hubiera preferido que fuera otro día, así que la carita que tenía cuando le dio la mano al presidente Urrutia, a pesar de que son amigos, era toda una declaración de intenciones. Vamos, que se le notaba la incomodidad, como si estuviera en cualquier banquillo inestable de Primera División y supiera que tras el abrazo se escondía la puñalada, aunque no era el caso de ninguna forma.
Menos mal que de entre bambalinas apareció sin que se le esperara, Andoni Iraola, el primer jugador al que hizo debutar, y aunque de repente le cayera encima más de década y media en el banquillo, al menos le brotó la sonrisa para la foto, y tal vez se vino arriba al pensar que tal vez no lo haya hecho tan mal, cuando ha podido entrenar a jugadores así, y se ha ganado su respeto.
Así que se le quitó la cara de funeral de tercera con la que apareció en el campo, y minutos más tarde, parte del disgusto que llevaba encima por la eliminación europea, cuando se dio cuenta de que el segundo regalo que había salido del túnel de vestuarios para homenajearle, era el Granada, un equipo sin rumbo, que además de ser lo que el escritor británico de origen judío, Israel Zangwill, definió como crisol de razas y culturas. El equipo que dirige Lucas Alcaraz, que se está jugando los cuartos en la zona baja de la clasificación, fue el mejor presente que se le podía hacer al Athletic y a su entrenador, que llegaban con los biorritmos bajo mínimos. No fueron ni agresivos, ni escandalosos, ni incisivos, como si supieran que estaban entrando en velatorio ajeno. Para no molestar demasiado. Blandos, sin ideas y flojos en defensa, los granadinos resultaron un regalo inesperado, sobre todo porque a estar alturas de la temporada, los equipos en apuros acostumbran a dar mucho más de sí.
Los regalos empezaron pronto, apenas repuesto el aficionado rojiblanco de la sorpresa de ver a Iraola en el césped, aunque de paisano, y a Saborit en el centro de la defensa con Bóveda en el lateral. En el minuto 10 a Hongla se le fue largo un control al borde del área, por falta de concentración, y apareció por allí Beñat para robar la pelota y dejársela a Susaeta para el primer gol del Athletic. Claro que ponerse por delante en el marcador no es ninguna garantía, porque el Athletic está convirtiendo en tradición permitir que el rival marque en su primera aproximación, y con el Granada enfrente no podía ser distinto. Un error en cadena de la defensa, en una pelota colgada desde la izquierda, le permitió a Carcela fusilar a Gorka.
Se escuchaban los gritos de los jugadores en San Mamés, que permanecía en silencio, como anestesiado todavía después de la eliminación europea, y con unas gradas de animación que lo son porque así lo dicen las cuotas reducidas de socio, pero por nada más. A verlas venir estaba la grada, pero también el Granada, que cometió su segundo error antes del descanso. Esta vez fue Ochoa, un gran portero entre los tres palos, pero que se ofusca cuando se aleja de la línea de gol y que atrapó con las manos una cesión por la que peleaba Williams. Al árbitro le costó darse cuenta de lo que había ocurrido, pero al final señaló la falta dentro del área. Lanzó Susaeta en largo, hacia Lekue, que empalmó con fuerza. La pelota golpeó en un jugador del Granada antes de entrar en la portería.
Sólo llegó otra vez el Granada con peligro, pero el disparo desde fuera del área de Wakaso se estrelló en el poste, algo que los bilbainos vieron como un buen augurio después de que en los últimos tiempos, todo lo que el contrario remataba iba para adentro. El equipo visitante iba apagándose. Muniain y Beñat enredaban en el medio campo, acompañados bien por Susaeta. Williams tuvo el tercero, que no llegó hasta que Ochoa saltó blandito a por una pelota que le disputó limpiamente San José. Los árbitros suelen pitar falta por costumbre, aunque no lo sea, pero esta vez Trujillo dejó seguir la acción, que acabó en gol del mediocentro rojiblanco para pasaportar al Granada, que fue el mejor regalo que pudieron tener Valverde y el Athletic, que a pesar de las sensaciones, lleva ya 38 puntos, está empatado con el séptimo –que sólo pierde la plaza europea si el Alavés le gana la Copa al Barcelona–, y a sólo uno del sexto puesto, que asegura estar la próxima temporada en la Europa League.