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Cada uno en su lugar


Es el momento de las lamentaciones, del rasgar de vestiduras, de darse de cabezazos contra la pared, incluso de lamentar que Juanmi estuviese tan solo en el área para rematar el gol que le dio a la Real el 2-2 y la sexta plaza de la clasificación, pero habrá que ir un poco más allá, a las ocasiones perdidas en Vitoria, frente al Alavés, y en San Mamés ante el Leganés, en la desidia que durante muchos minutos de esos dos partidos condenó al Athletic; a ese juego intrascendente y a veces incluso temerario, precisamente por lo intrascendente, que ha desembocado en que el equipo rojiblanco se haya quedado a sólo un punto del puesto europeo –aunque todavía quede la oportunidad si el Barcelona gana la Copa–, y que en los últimos tres partidos los rojiblancos sólo hayan sumado un punto.

Lo del Calderón sólo fue un reflejo del triste final de Liga. El Athletic se encontró frente a un rival más intenso, que encontró la motivación suficiente en la despedida de su campo para superar la de los bilbainos que se jugaban la vida. Si eso no es suficiente... Pero no es algo nuevo. En Mendizorroza, los ánimos de revancha del Alavés pudieron más que las ganas del Athletic por acabar arriba; ante el Leganés, se impuso la ilusión de mantener la categoría de un equipo muy inferior a la de los hombres de Valverde por asegurar la sexta posición.

Y así les ha ido, con un juego futil, un planteamiento que saltó hecho trizas antes de diez minutos. Quería ser rocoso y las rocas de deshicieron entre los dedos, como arenilla. No salió Williams, con molestias, pero Valverde prefirió no poner a Susaeta en su lugar y plantó a Iturraspe para reforzar el centro del campo. ¿De qué sirvió? De nada. Al Atlético poco le importa el medio campo si puede dar un buen pase desde su terreno, como sucedió en los dos goles. Fueron idénticos y, para más recochineo, cada uno desde una banda. Centro largo, toque de cabeza hacia atrás y remate de Fernando Torres. Lo que trabajaron en Lezama los bilbainos durante toda la semana ya no servía antes del primer cuarto de hora. ¿La posesión? Sí, del Athletic, pero tener la pelota no sirve de nada por mucho que el rival presente una defensa cogida con alfileres y llena de suplentes.

Clasificación, amigo, pero ni eso. El Athletic dominó pero no fue intenso nunca. Daban ganas de apagar la televisión cuando Iturraspe o San José conducían la pelota como si estuvieran solos en el campo y de repente llegaba un rival por detrás y se la robaba. Sucedió varias veces. A Iturraspe sólo hasta el descanso, claro, porque a Valverde no le quedaba otra que hacer algún cambio para mejorar la situación.

No le sirvió de mucho. El Athletic se enredaba en un juego vaporoso, mucha pelota y poca eficacia. El Atlético se sentía cómodo en un papel que ha representado a la perfección durante muchos años. El gol de Williams, en la única acción en la que el equipo rojiblanco jugó por dentro en el área, sólo fue un detalle sin más porque ni los bilbainos recuperaron el nervio perdido hace tres jornadas ni los madrileños entraron en crisis. Simplemente siguieron a lo suyo. Cuando Correa puso el 3-1, la única esperanza era el Celta, que en esos momentos empataba contra la Real. Los vigueses, sin nada en juego, lograron no obstante marcar en el minuto 90 un gol que ponía sexto al Athletic, pero la Real, con sólo el descuento por delante, siguió con la fe del carbonero con la que salió al campo, –la que le ha faltado en muchas ocasiones al Athletic esta temporada–, y puso a cada cual en su sitio con el gol de Juanmi. Estaba solo, sí, pero se buscó esa soledad.

Pues eso. A confiar en el Barça.


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