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TOUR DE FRANCIA 2017 A menos de un mes del comienzo 

LA HISTORIA

Henri y Francis Pelissier, antes de una carrera en París, en 1922

GALLICA BNF

La vaquería de la Esperanza

Los hermanos Pelissier, una historia de rebeldía y genio sobre la bicicleta

Los Pelissier no eran una familia normal. Eran una saga. De novela. Hay que remontarse al siglo XIX, hasta la aldea de Polminhac, en 1861, donde nació el padre, Jean, una furia desatada que heredarían sus hijos. El contrapunto, Elise-Augustine, la madre, nacida en Cas, el mismo año que Jean. Se conocieron en la capital de Francia, a donde el patriarca marchó con 13 años y apenas un par de zuecos como patrimonio.

Los Pelissier pusieron un negocio en la Rue Mesnil, la Vaquería de la Esperanza. Cuando sus hijos empezaron a crecer ya era una empresa respetable. Primero nació la única hija, Augustine, en 1888; después Henri, en 1889, "el mismo año que se construyó la Torre Eiffel", apuntaba orgulloso. Más tarde vinieron al mundo Jean (1892), Francis (1894) y Charles, también ciclista (1903).

La vida era la vaquería, y la tiranía de un padre colérico. Augustine limpiaba y llenaba las botellas de leche para 600 clientes; Henri se levantaba cada día a las cuatro de la mañana desde los diez años, para cuidar las vacas. Su vida eran los animales, el reparto, la escuela, las vacas de nuevo, el plato de sopa sobre el que daba cabezadas de sueño atrasado, las lecciones y los deberes. También, aunque a escondidas, la bicicleta. «Yo no educo a mis hijos para convertirlos en ciclistas», bramaba Jean.

Elise-Augustine, sin embargo, comprendía la pasión de sus hijos. La fomentaba. Cuando Henri empezó a ganar carreras, el padre se apaciguó. Pero no del todo. Francis y Charles pidieron permiso para correr también. «Ya veremos», fue la respuesta. Mientras, repartían la leche con un carro tirado por un caballo. Cuando, según Jean, se retrasaban en las entregas, recibían una paliza inmisericorde.

Antes de la Guerra, en 1913, Henri consiguió una de sus primeras grandes victorias. Se impuso en el Giro de Lombardia, pero cometió el error de mofarse del ídolo local, Costante Girardegno. El público intentó lincharle. Salió por los pelos, mientras sus compañeros del equipo Peugeot se lamentaban: «Adiós París, adiós vacas...»

Mientras, Francis también comenzaba a escapar de la tiranía de su padre. Con 18 años ganó el Tour de la Alimentación con la bici de Henri, pero su carrera se cortó con la Gran Guerra. Jean, el tercer hermano, muere, desangrado por las esquirlas de un obús que le seccionan la carótida; Francis cae herido de gravedad. Recibe la Cruz de Guerra y un telegrama de Henri: «Cuando llegue el día de la revancha / no podremos flaquear / Los ciclistas, nuevos soldados / serán los primeros en el combate /Para nosotros la bayoneta / será nuestra bicicleta». Las heridas curaron pronto.

En 1919, poco después de que acabara la guerra, Francis tomó la salida en la París-Dijon, una agotadora carrera de 350 kilómetros. Los ciclistas partieron a las dos de la madrugada. Llegó a las puertas del velódromo de Dijon doce horas más tarde. Estaba cerrado.

- «¡Abran, abran!», gritó.

El conserje acudió extrañado ante el escándalo.

- «¿Quién llama?»

- «Soy Francis Pelissier, de la París-Dijón».

- «Pero la llegada no está prevista hasta las cuatro de la tarde».

- «¡Abra, en el nombre de Dios!»

El conserje abrió. Francis cruzó la línea de meta y dio la vuelta de honor en

un velódromo vacío.

Ese mismo año, en el Tour, Henri ganó la primera etapa y Francis la segunda. Salió de nuevo el espíritu desafiante de la familia: «Yo soy un purasangre y mis rivales, caballos percherones», dijo Henri. Y los demás decidieron tomarse cumplida venganza. Atacaron cuando Henry ajustaba el sillín y se quitaba el impermeable. Francis, en el grupo delantero, no podía quedarse a ayudar. Estaba prohibido. Podía ser descalificado. A Henry le intentó relevar Barthelemy. Se les acercó Henry Desgrange: «Si te ayuda, os descalifico a los dos. Este es un deporte individual». No hubo componenda, pero Henri, rabioso, remontó. Aquel día acabó sexto, pero se retiró, junto con Francis, un día después. En la pensión en la que descansaban pidieron que les cambiaran el vino. «Este es imbebible», alegaron. El posadero se negó. Ellos decidieron no seguir. «El Tour es un reducto de mercenarios. Los Pelissier somos libres, somos artistas».

Desgrange sentenció: «Son unos cuerpos descomunales con un cerebro pequeño», pero se rindió a los pies de Henri cuando ganó el Tour en 1923, y renegó de nuevo cuando un año más tarde, los dos hermanos se retiraron otra vez después de la sanción que recibió Henri por quitarse uno de los dos maillots que llevaba puestos. Apenas un mes después, los hermanos Pelissier arrasaron en la Vuelta al País Vasco, abrieron el camino. Henri acabó segundo; Francis se vistió de rojo.

 

Henri fue, tanto en su vida deportiva como en la sentimental, un hombre apasionado hasta el extremo. Solía ir más alla que Francis. Su vida privada era también tumultuosa. Se casó con Leonie después de su retirada en 1928. Las desavenencias profundas del matrimonio, el carácter del marido, provocaron que la esposa se suicidara en 1933. Henri encontró consuelo en Camille Tharault. Dos años después, tras una discusión en la que el el ciclista acuchilló a su compañera en la cara, ésta se hizo con el revólver con el que Leonie se había suicidado y mató a Henri. Era el 1 de mayo de 1935.

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