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TOUR DE FRANCIA 2017 A seis días del comienzo 

LA HISTORIA

René Pottier, a la izquierda, en la vuelta de honor tras ganar el Tour de 1907 y meses antes de quitarse la vida por amor.

BNF GALLICA

El primer héroe trágico

René Pottier, ganador en 1907 y primer rey de la montaña, se quitó la vida por amor

El Balón de Alsacia, 15 de julio de 1908. Un ciclista llora en la cima. Es André Pottier. Hace tiempo que han pasado los mejores, Garrigou, Faber... Se ha parado en el monolito que Henri Desgrange le ha dedicado a su hermano René. En lo más alto, junto al monumento de Juana de Arco y la estatua de la Virgen.

 

En enero de 1907, meses después de ganar el Tour, René se suicidó, a los 28 años, por un engaño de su mujer, colgándose en el gancho en el que aparcaba su bicicleta Peugeot. Pero el Tour nunca olvida a sus héroes. Pasa la etapa, y André sigue allí, honrando a su hermano mientras el luxemburgués Faber desciende hacia la meta en Belfort.

 

Ha utilizado unos novedosos neumáticos desmontables, no se ha desprendido, como Garrigou, de sus pesadas botellas de vidrio y ha podido bajar mejor que su rival. Ellos buscan la gloria que ya encontró en 1905 René Pottier, el héroe de los franceses, el primer rey de la montaña después de ascender el Balón de Alsacia, «un animal sobre la bicicleta», según Lucien Georges Mazan, más conocido en el ciclismo como Petit-Breton, su gran rival.

 

Mas de cien años han pasado de aquella hazaña que llenó de orgullo a los franceses de la Alsacia, entonces parte de Alemania, que había impuesto sus fronteras después de la derrota de Napoleón III en 1871, precisamente en la montaña que pensaban imposible de ascender en bicicleta. Pero en el Tour hay muchos iluminados. Henri Desgrange el primero. Alphonse Steines no le va a la zaga.

 

Sería él quien, cinco años después, enviaría el famoso telegrama desde Baréges, tras una odisea a pie por la nieve de los Pirineos: «Tourmalet atravesado. Stop. Muy buena carretera. Stop. Perfectamente practicable. Stop. Firmado Steinès». Mentía. Las grandes cimas entraban en la historia del Tour. Pero Pottier, «delgado como un palillo, negro como el carbón», con un elegante bigote acabado en punta, consiguió subir al Balón, sin bajarse de la bicicleta.

 

Fue cuando Desgrange decidió ampliar los horizontes. «Ya no iremos directamente de París a Lyon, sino que haremos un gran rodeo por Nancy y Besançon». Por la mañana de aquel día de estrenos, Alphonse Steines sentía una punzada en el estómago. El patrón movilizó a todos los gendarmes de la región para vigilar las carreteras de acceso al Balón de Alsacia. A sus pies llegaron seis ciclistas en cabeza: Cornet, Aucouturier, Trousselier, Pottier, Georget y Petit-Breton.

 

Lo cuenta Victor Breyer en su crónica de L'Auto: «Los seis se lanzan al pie del monte por sus máquinas de repuesto y empiezan a subir, a excepción de Petit Breton, que pierde 100 metros por culpa de un auxiliar ineficaz y no podrá ya recuperarlos. Comienza una lucha que calificaría, de epopeya». Breyer continúa su relato de aquella primera ascensión. «Los cinco primeros kilómetros se pasan sin incidentes. Después es Cornet el que demarra furiosamente, intentando distanciar a sus rivales, pero ante nuestra sorpresa, es Trousselier el que cede primero. ¡Sólo quedan cuatro! Es demasiado duro para Cornet. Se le curva la espalda con el esfuerzo y los otros responden.Pero a Georget se le acaban las fuerzas. ¡Sólo quedan tres! Un poco más lejos Cornet ve a su gran rival Aucouturier, descolgado. No podemos creerlo, pero la gran sorpresa está por llegar. Vemos que, de repente, Pottier adelanta a Cornet. Los dos se enzarzan en un duelo feroz, resoplando y con chorros de sudor por el rostro. De su pecho brotan profundos suspiros, como los de los obreros metalúrgicos delante de un horno al rojo vivo. Cornet pierde dos largos, los recupera y vuelve a descolgarse, otra vez, y otra. La victoria es para Pottier, que no se yergue más que en la cima».

 

El primer héroe del Balón de Alsacia. El Tour no olvida a sus héroes y colocó un monumento en la cima, en el que lloraba su hermano un año después.

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