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Errores y aciertos


Hay partidos que se ganan con merecimiento, otros por fortuna, algunos más por las apreciaciones de los árbitros y también unos cuantos por las decisiones de los futbolistas, acertadas o erróneas. En Ipurua hubo un jugador que tomó una decisión catastrófica para su equipo, Gonzalo Escalante, que dejó al Eibar con diez por una patada criminal, y otro, Raúl García, que acertó a resolver en centésimas de segundo el crucigrama de la penúltima jugada del partido.

Veamos.

Tal vez la comparación no sea procedente, porque implica a personas que sufren mucho dolor, y que a veces lo tienen que llevar en soledad, pero permítanme que diga que los silbidos a Iker Muniain cada vez que tocaba la pelota en la segunda parte me resultaban tan sorprendentes como los gritos que recibió hace un par de años la mujer de un futbolista de Primera División que denunció maltrato por parte de su marido.

En Ipurua, Iker era el maltratado y, sin embargo, recibió aún más maltrato por parte de las gradas del campo del Eibar. ¿Por qué? A Escalante se le fue la pinza, derribó a Muniain con una entrada violenta, mereció la tarjeta roja y dejó a su equipo en inferioridad. La culpa fue del argentino, que ya en la primera parte había chocado con el jugador del Athletic, que acabó sangrando del labio. Sin embargo, a veces las aficiones se ciegan y no acaban de ver lo evidente.

Los silbidos los merecía Escalante que no se sabe qué cuentas tenía que saldar con Muniain y escogió el peor momento, cuando el Eibar se manejaba a sus anchas, con su habitual intensidad y convirtiendo cualquier movimiento del Athletic en una incomodidad para los rojiblancos, que peleaban por el objetivo de seguir en puestos europeos y alejar a su rival guipuzcoano. Era el minuto 55 y si hasta entonces el Eibar manejaba el partido, a partir de ese instante comenzó a perder el control. En la primera parte sufrió el Athletic, primero el acoso del equipo armero al unísono, y después, con el espíritu ya atemperado, los balones que buscaban la espalda de los defensas. Menos mal que Yeray, un titán, y Laporte, impidieron que esos balones envenenados llegaran cerca de Kepa.

Con un hombre menos, el Eibar bajó el pistón. Mendilibar retiró a Inui, al que habían venido ver sus padres desde Japón, y echó al equipo un poco más atrás, pero ni aún así se sintió cómodo del todo el Athletic, en el que Beñat entró por Iturraspe. Muniain lo seguía intentando, pese a los injustos silbidos, y después de una volea de Raúl García al poste, pecó de egoismo cuando buscó el disparo y no el centro a Aduriz tras un pase magnífico de Williams.

Pero como hay veces en las que los astros se alinean favorablemente para un equipo aunque las cosas no hayan salido bien durante 90 minutos, sucedió lo impensable cuando apenas quedaban unos segundos de partido. Raúl García recibió un falta clara de Juncá al borde del área, en una posición un tanto complicada para el disparo directo. Sin embargo, Beñat lo intentó y obligó a Yoel a meter las manos cuando la pelota se colaba, o ya se había colado, que eso reclamaban los jugadores del Athletic. Uno de los que pedía el gol era Raúl García, que sin embargo no olvida nunca sus obligaciones, y mientras sus compañeros protestaban y los defensas del Eibar se quedaban petrificados del susto, vio como la pelota le llegaba y empalmó a la red para ganar el partido, conseguir tres puntos valiosísimos y meter a su equipo en la sexta plaza. Raúl siempre está enchufado.


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