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GIRO DE ITALIA 2017 15ª etapa: VALDENGO-BERGAMO 199 KMS. 

El sprint de la etapa en Bergamo, con Jungels, de blanco, en cabeza.

GIRO DE ITALIA

Dumoulin decide ser deportivo

Espera a Nairo tras una caída y después el colombiano rasca 6 segundos de bonificación

CLASIFICACIÓN DE LA ETAPA

 

1. Bob Jungels (LUX),  4 h 16:51.

2. Nairo Quintana (COL) m.t.

3. Thibaut Pinot (FRA) m.t.

4. Adam Yates (GBR) m.t.

5. Domenico Pozzovivo (ITA) m.t.

6. Patrick Konrad (AUT) m.t.

7. Vincenzo Nibali (ITA) m.t.

8. Tom Dumoulin (NED) m.t.

9. Ilnur Zakarin (RUS) m.t.

10. Bauke Mollema (NED) m.t.

CLASIFICACIÓN GENERAL

1. Tom Dumoulin (HOL) 63h48'08"
2. Nairo Quintana (COL) a 2'41"
3. Thibaut Pinot (FRA) a 3'21"
4. Vincenzo Nibali (ITA) a 3'40"
5. Ilnur Zakarin (RUS) a 4'24"
6. Bauke Mollema (HOL) a 4'32"
7. Domenico Pozzovivo (ITA) a 4'59"
8. Bob Jungels (ALE) a 5'18"
9. Andrey Amador (CRC) a 6'01"
10. Steven Kruijswijk (HOL) a 7'03"

Dumoulin manda parar. En el  descenso del Miragolo San Salvatore se cae Nairo Quintana y el líder frena al pelotón. En la meta de Bergamo, Nairo esprinta y le roba seis segundos a Dumoulin.

 

Esos gestos de deportividad en honor del caído no son cosas de la tradición del ciclismo, ni de los tiempos remotos de las bicicletas de hierro y carreteras de gravilla. Por aquel entonces, si se podía machacar al rival se le machacaba. Era una cuestión de supervivencia. Tal vez el primer detalle de algo similar fue el famoso intercambio del bidón entre Coppi y Bartali en las rampas del Galibier. Nunca se desveló el misterio de quién se lo dio a quién. De todas formas, era diferente.

En los últimos años, sin embargo, no hacer leña del árbol caído parece haberse convertido en una norma. Es verdad que Miguel Indurain concedió durante su carrera unas cuantas victorias a sus rivales, pero se ganó unos cuantos amigos o aliados circunstanciales.

La deportividad con las caídas, aunque sólo con algunas, viene de poco tiempo atrás, sobre todo de la época de Lance Armstrong, el ciclista que nunca existió aunque lo viéramos correr. Él mandaba en el pelotón y él decidía cuando había que parar. Lo hizo en varias oportunidades. Con Ullrich, por ejemplo, cuando sabía que no era enemigo.

 

Se convertía en el emperador magnánimo que decidía sobre la suerte de los demás. Sin embargo, cuando el rival le podía buscar las cosquillas decidía otras cosas. Siguió lanzado el día en el que Iban Mayo sufrió una caída a pocos kilómetros del pavés en el Tour. El vasco le había humillado unas semanas antes en el Dauphiné y podía ser un peligro. Mayo no enlazó y perdió muchos minutos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El año anterior fue él quien se cayó, precisamente arrastrando a Mayo en su caída. Le esperaron, volvió a tropezar y estuvo a un paso de otra caída. Le volvieron a esperar. Cuando llegó a la altura de quienes habían sido tan deportivos con él, les atacó y les ganó.

 

Sin embargo, a veces no acaba de entrar en la cabeza de muchos aficionados al deporte, o incluso de deportistas, que el triunfo de uno tiene mucho que ver con el error del rival; que si un delantero marca un gol, es, probablemente, porque el defensa se ha equivocado, y si un ciclista se cae, la mayoría de las veces se debe a que ha calculado mal la distancia, la frenada o la velocidad.

Hay excepciones, claro. Hace unos días Mikel Landa y Geraint Thomas perdieron la mayor parte de sus opciones de ganar el Giro porque se metió en la calzada una moto de la Policía. Cuando Richie Porte se cayó en el Mont Ventoux y le rompió la bicicleta a Chris Froome, fue por culpa del frenazo de otra moto, que a la vez tuvo que hacerlo por la aglomeración de público.

En el primero de los casos mandaba el pelotón el Movistar de Nairo Quintana, que no se inmutó y siguió al mismo ritmo, o incluso lo aumentó. Estaba en su derecho. Como hizo para ganar por primera vez en Italia. Sus rivales malinterpretaron una instrucción y él siguió lanzado hacia la meta. Estaba en su derecho.

Como lo estaba Alberto Contador cuando atacó a Andy Schleck en Balès. El luxemburgués arrancó y cuando quiso cambiar su desarrollo se le salió la cadena. El español le adelantó y le distanció. No había lugar a otra cosa. ¿Esperar? Fue un error de Andy que lo pagó perdiendo el amarillo. Y hay muchos ejemplos similares.

Y también como los del Miragolo San Salvatore, la 38 kilómetros de la meta, a caída de Nairo y la deportividad de Tom Dumoulin, que mandó parar cuando el coche del Movistar, que se detuvo en un lugar peligrosísimo y que perjudicó a varios ciclistas, le devolvía a la carrera a Nairo. Llegó a Bergamo con el grupo, se pegó a la rueda de Jungels y se llevó seis segundos de bonificación, que no son mucho pero pueden serlo todo al final del Giro. 

Cada uno hace lo que sabe o lo que puede en estas circunstancias. Dumoulin decidió ser deportivo.

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