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TOUR DE FRANCIA 2017 A nueve días del comienzo 

CRÓNICAS

DE TRES

​DÉCADAS

Samuel Sánchez celebra su triunfo en la meta de Luz Ardiden, en el Tour de 2011.

TOUR DE FRANCE

El sueño de un niño

2011, 12ª etapa 14 de julio CUGNAUX/LUZ ARDIDEN. Ganador: Samuel Sánchez

El día que ganó España el Mundial de fútbol, mientras todas las fuentes públicas del país se desbordaban por el entusiasmo de los aficionados, Samuel Sánchez se metió en la cama, en Francia, con mal cuerpo. Le gusta el fútbol, y se alegró por la victoria, que presenció desde su habitación de un hotel de montaña, pero lo que más le gusta es el ciclismo y esa misma tarde había desperdiciado una ocasión única para hacer historia en el Tour, en Morzine-Avoriaz.

 

Perdió los nervios en los últimos metros y dejó que Andy Schleck, que es mucho menos rápido que él, le quitara el triunfo que tenía en la mano. «En cuanto he arrancado, ya sabía que estaba perdido». Le volvió aquel día la sensación que le había acompañado durante sus primeros años como profesional, en los que pensó que sólo estaba hecho para el segundo puesto. Le llegaron, incluso, a descabalgar de un podio ganado en un sprint en la calle Uría de Oviedo, a un paso de su casa, por una caprichosa decisión de los jueces, que entendieron que le había cerrado el paso a Ángel Edo.

 

Pero en Morzine, -es chico listo-, aprendió la lección. Aquel día se disputaba la primera gran etapa de montaña del Tour. Ayer también. En 2010 fue en los Alpes; ahora, en los Pirineos. En Luz Ardiden tenía que ser, en medio de la marea naranja que invadió sus laderas, la incondicional afición del Euskaltel, única en el mundo. En la montaña de los españoles, para honrar el palmarés que inauguró Pedro Delgado, el que engordaron Lale Cubino, el gran Indurain, y hace 10 años, Roberto Laiseka.

 

La primera victoria del Euskaltel. Samuel cierra el círculo. Roberto Laiseka estaba allí, rodeado de su familia, en la cima de Luz Ardiden, recordando su gesta, la que lanzó a un equipo modesto que desde entonces se enamoró del Tour. Nunca más se han dejado. Samu es un ciclista de esa escuela, de la de Laiseka, que sólo conoció un equipo. El asturiano, que empezó a correr en el País Vasco, como Roberto, siempre ha vestido los mismos colores, fiel a los del Euskaltel. El campeón olímpico ya sabe lo que es ganar en la carrera más grande. «Es un día muy emocionante para mí. Los Juegos fueron muy lejos de aquí. En Luz Ardiden estaba mi familia, la afición, ha sido muy emotivo», confiesa y le empiezan a brillar los ojos, como unos minutos antes, al atravesar la línea, brazos abiertos, después hacia el cielo, y un puño cerrado no de rabia, sino de alegría.

 

Fue el suyo, un ataque largo, profundo, cimentado en el descenso del Tourmalet. El descenso de la montaña mítica siempre aportó grandes momentos al Tour. Christophe, con la bicicleta al hombro y la horquilla rota, buscando una forja; Merckx, enfadado con su gregario Van Den Bossche, acumulando minutos en una etapa memorable. Indurain, en fin, empezando a ganar su primer Tour. «Vi cómo se iba Gilbert, cogía ventaja y nadie en el grupo respondía, así que pensé que era la mía. Sabía que si cogía ventaja podía ganar».

 

Viajaba con el grupo de los favoritos, con unos cuantos ciclistas por delante. En los últimos kilómetros, cuando las curvas dejaban ver al fondo Luz-Saint-Sauveur, siguió la estela de Gilbert, que había saltado antes. Casi en las calles del pueblo alcanzó al belga y siguió hacia adelante. Pero Samuel sabía que por detrás estaban jugando al ajedrez. Se asoció con Vanendert, el lanzador de Gilbert en las clásicas, sin mirar hacia atrás, y fue abriendo hueco. A mitad de camino de la estación de esquí, alcanzó a los fugados que ya eran un mar de sudor sin una gota de energía.

 

La diferencia se fue casi hasta el minuto mientras seguían cayendo los kilómetros. La marea naranja le abría camino entre ovaciones y gritos de ánimo. Las banderas del Athletic y la Real engalanaban su ruta hacia la cima de la montaña. Cuando en el grupo de atrás se movió el cotarro, la distancia descendió de golpe. El ataque final de Frank Schleck le hizo daño al colchón que Samuel había conseguido. Pero el asturiano calculó, escondió las emociones, ocultas desde los primeros kilómetros de la subida tras unas gafas de sol, y esperó su momento. Sabía que Vanendert, en su primer Tour, cometería un error de principiante. Cuando el belga atacó desde lejos, Samuel sabía que ya tenía cazada la pieza. Aguantó primero, remató después. «Es la victoria con la que soñaba desde niño».

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