Microodios
Las redes sociales son una fuente de conocimiento A través de ellas, los nativos digitales y quienes no lo somos, aprendemos cada día algo. Y una de esas cosas que he aprendido gracias a internet y sus múltiples plataformas de comunicación, es que hay gente que gasta sus energías en algo que podemos llamar microodios, porque no llegan al odio a tiempo completo, pero, por lo que se ve, producen un resquemor interno que, al menos, y también gracias a esas redes sociales, se puede manifestar y por qué no, paliar en alguna medida exponiéndolos al escrutinio público.
Se manifiesta, además, en todos los ámbitos, y el Athletic es un enorme creador de microodios entre algunos de sus seguidores. Veamos: gracias a los foros rojiblancos he conocido gente que odia que los socios no vayan al campo, o que vayan poco; otros que odian a quienes llegan tarde. Los hay que despotrican de quienes se van pronto. Hay microodio hacia los que no animan, y a los que tendrían que animar por ubicación y no lo hacen. A quienes comen pipas, a los que fuman a escondidas (en este caso el microodio está amparado por la ley). También se encuentran microodiadores hacia quienes no pueden ir al campo y no ceden el carnet, o a quienes lo ceden a alguien sin pedigrí rojiblanco.
A veces esos microodios son concretos y se focalizan en uno o dos aspectos, pero imagínense a un seguidor del Athletic que acumule todas las modalidades. Acudirá al campo y saldrá después de los noventa minutos con un amago de úlcera de estómago y casi sin enterarse del resultado del partido, pendiente como está de los piperos, los fumadores, los que se van antes y los que llegan tarde; de los huecos vacíos, de los decibelios de los cánticos, y para remate, amargado porque la mitad del campo sólo se sabe el himno cuando ponen la letra en el videomarcador. Qué tortura.
El club ha ideado la manera de paliar el sufrimiento de los microodiadores que se preocupan por los asientos vacíos, fomentando una campaña denominada “de fidelidad europea” para bonificar a los que acudan a los partidos de clasificación con descuentos en la fase de grupos, y en las siguientes en caso de ir pasando rondas. Es una iniciativa loable, aunque un tanto sesgada, porque utilizar la palabra “fidelidad” para incentivar a los socios más fieles sobre la faz de la tierra resulta inapropiado.
En realidad, lo que necesitan los socios son emociones fuertes. Nunca hubo más fidelidad que durante el bienio negro. Las gradas se llenaban.
En tiempos de Caparrós, que logró sacar de la UCI al enfermo, volvieron a verse huecos en las tribunas. Cuando Bielsa, con su fútbol en el alambre, metió al Athletic en competencia con los mejores de Europa, otra vez regresó la gente, que siguió llegando en los primeros tiempos de Valverde. El ahora entrenador del FC Barcelona convirtió el acceso a Europa casi en un feliz trámite anual, una rutina, y las rutinas cansan en San Mamés. Es un extraño fenómeno que Cuco Ziganda tendrá que intentar revertir con alguna propuesta original que permita que los microodiadores estén a lo que hay que estar y se dejen de tonterías.