El rosa es el color del Giro, el de las páginas de  La Gazzetta dello Sport, el periódico organizador, como el amarillo era el color de las páginas de L´Auto, el diario deportivo que se inventó el Tour. Pero en Italia siempre han tenido más clase en estos asuntos. En el Tour, aunque tienen algunas mesas reservadas cada día, los periodistas de L´Equipe se mezclan con el resto de la canallesca en las gigantescas salas de prensa.

 

En el Giro, sin embargo, dentro de ese lugar de trabajo siempre hay una habitación reservada a los reporteros de La Gazzeta, la Redazione. Recuerdo que en la edición de 1995 me acerqué un día a pedirles a mis colegas del diario milanés un ejemplar de su periódico porque no había podido conseguirlo en la salida.

Me topé en la entrada con el entonces director, Claudio Cannavo, que me preguntó en qué diario trabajaba yo. Le dije que en El Mundo. Entonces me miró de arriba a abajo, se acercó y me dio un abrazo: "¡Hermano!", me dijo. Poco antes, la empresa editora, RCS, había comprado la mayoría de las acciones de Unidad Editorial. Éramos hermanos de grupo editorial, sí.

 

La Gazzeta y  el rosa son dos de los tres ángulos de un triángulo. Pero digan la palabra ciclamino y cualquier aficionado al deporte sabrá que están hablando del Giro de Italia. Ciclamino, –dígase chiclamino–, algo que cuesta menos que pronunciar malla cuando se escribe maglia, suena a poesía sobre dos ruedas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parece una palabra inventada a la medida del Giro. Henry Desgrange decía que los Pirineos y los Alpes los había puesto Dios para que por allí se corriera el Tour de Francia, pues lo mismo ocurre con ciclamino. Quien denominó así por primera vez a una flor que en español se llama malva, parecía estar pensando en los llegadores del Giro, en la clasificación por puntos, aunque no fue el original, porque los tres primeros años fue rosso –es decir, rojo–.

 

Pero en 1970 ya tomó el color de la malva, el ciclamino y así fue hasta 2010, cuando mi amigo Angelo Zomegnan, que había sido jefe de la sección de ciclismo en La Gazzetta y pasó a dirigir la carrera, decidió volver a los orígenes. Aunque Angelo tomó bastantes decisiones acertadas, esa no fue una de ellas.

 

Jubilado ya, los nuevos rectores toman otros caminos así que en la centésima edición de la carrera decidieron teñir de malva el jersey de la regularidad, volver a la normalidad en consecuencia. Recuperar el sintagma adjetival es recuperar parte de la esencia del Giro, la pasión por el ciclamino.

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Y Fernando Gaviria está en ello, en llevarse en Milán la maglia malva que tan bien le sienta. El colombiano, que sólo tiene 22 años, se está convirtiendo en este Giro en el nuevo fenómeno del sprint. Ya ha ganado tres a rivales tan reputados como Andre Greipel, que sólo pudo vencer en la segunda etapa, pero al que el propio Gaviria considera el mejor especialista. "Es el que más veces ha ganado aquí", asegura.

 

Era un día de llegadores y así lo confirmaron los equipos que tienen intereses en las llegadas masivas. No permitieron que las fugas interfirieran en sus planes camino de Reggio Emilia, y ya en el último kilómetro fue el argentino Richeze el que preparó el camino del colombiano. En su país, donde antes esperaban a que llegaran las montañas para vibrar con Nairo y los demás escaladores, ahora también tienen entretenimiento con el poseedor del jersey ciclamino, uno de los símbolos del Giro.