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TOUR DE FRANCIA 2017 A menos de un mes del comienzo 

LA HISTORIA

Henri Desgrange, creador del Tour de Francia, en su despacho del periódico L´Auto.

GALLICA BNF

Así comenzó todo

Henri Desgrange ideó el Tour tras una disputa con el editor de un periódico rival

Henri Desgrange murió el 16 de agosto de 1940. Tenía 85 años. El mes  anterior, el Tour no había podido comenzar por culpa de la Guerra  Mundial. Tal vez no hubiera estado en condiciones de seguirlo. Los achaques, ya se sabe. La edad que no perdona. En los anteriores estuvo en  todos, quién si no, había inventado casi cuarenta años atrás una carrera sin  igual, que batía en cada edición récords de participación popular, de pasión y de leyenda.

 

Desgrange, amplios bigotes, rostro de su tiempo, fue, sobre todo, un amante  de la bicicleta. Se convirtió en 1893 en el primer recórdman de la hora. Lo  batió en el velódromo parisino de Buffalo, el 11 de mayo, y lo estableció en  35,325 kilómetros. Escribió varios libros (La cabeza y las piernas, Mens  sana), mejoró la marca de los cien kilómetros y la dejó en 2:39.18, y fundó el  periódico L´Auto, dedicado, pese a su nombre, al ciclismo. Y por culpa de ese  nombre que no le gustaba, se inventó el Tour de Francia. Sí. Así fue.

Existía  en París un periódico llamado Vélo (bicicleta en francés). Páginas de color verde. Desgrange  trabajaba en él a las órdenes de Pierre Giffard, su fundador. Francia estaba dividida en dos, en plena efervescencia con el affaire Dreyfus, un oficial judío de origen alsaciano, que fue acusado de espionaje después de un montaje del gobierno alemán. Fue condenado en 1894. Desde ese año hasta que se revisó el caso, en 1999, la parte progresista de Francia hervía de indignación, que tuvo su punto álgido con la publicación del artículo titulado: "Yo acuso. Carta al presidente de la República", escrito por Emile Zola, que agitó las conciencias de los franceses.

Giffard se alineó con los defensores de Dreyfus.

 

Desde las páginas de Veló atacó sin piedad a empresarios como Clement o Michelin, que defendían todo lo contrario, pero que, a la vez, eran quienes ponían la publicidad en su periódico. Los empresarios decidieron pasarse a otro. Se llevaron a Desgrange y a Victor Goddet y el 16 de octubre de 1900  sacaron a la calle, en número 10 del Fabourg-Montmartre, un periódico de color amarillo que quería hacer la competencia al de su rival.  Se llamaba L´Auto-Vélo. Un negocio a medias entre ellos y los anunciantes  de Veló, disgustados por las ideas de Veló.

Pronto ganó lectores, no los suficientes para desbancar al otro, pero sí  bastantes como para que Giffard le pusiera una demanda en la que pedía  que eliminara la palabra Vélo de su cabecera. Meses después llegó la resolución judicial que obligaba al cambio de nombre. Fue la peor decisión que podía haber tomado Giffard. Conocía el espíritu luchador de Desgrange y sabía que se tomaría la revancha. El director de L´Auto, a regañadientes, tuvo que despojarse de la mitad del nombre de su periódico. Fue el 16 de enero de 1903. En la portada desaparecía el Veló, pero anunciaba las catorce carreras que organizaría ese año. Una de ellas, sin nombre aún: "Una gran carrera en ruta". Misterio. Tres días después, el 19 de enero,  anunció en L´Auto, la gran noticia, con la que quería desquitarse. Una  odisea: «El Tour de Francia, la carrera más grande del mundo entero, una  prueba de un mes». Una vuelta a todo el país. Desgrange fue el animador de la idea, aunque Geo  Lefevre fue quien se la presentó meses antes. Su colaborador había pensado en una carrera de un mes que diera la vuelta a todo el país, que dejara  pequeñas a las pruebas que empezaban a desarrollarse con fuerza en toda  Europa.

Victor Goddet fue quien aportó los fondos necesarios para llevar adelante el proyecto. Ahí comenzó todo. El pelotón, las etapas. Después se inventó los  equipos nacionales y casi al final de su dilatada carrera, la caravana  publicitaria, que en la actualidad mueve millones de euros.

 Antes había llegado la montaña al Tour de Francia. Primero el Ballon  D'Alsace; luego los Pirineos. Fue curioso. George Steines, uno de los  colaboradores del patrón, le dio esa idea. «¿Por qué no sube el pelotón las grandes montañas?». A Desgrange le pareció descabellado. «Estás loco», pero Steines perseveró.

El director del Tour quería que el Tour pasara de Metz a Alemania y su  ayudante le dijo que los alemanes estaban estudiando prohibir ese paso. Era  mejor estudiar otro recorrido. Desgrange argumentaba que los grandes  colosos pirenáicos no tenían caminos adecuados para las bicicletas, y que,  además, estaban plagados de osos. Steines decidió estudiar el asunto. Viajó hasta Eaux Bonnes, a los pies del  Aubisque. Alquiló un Mercedes para subir, pero antes lo consultó con un  ingeniero de caminos en Pau: «¿Subir al Aubisque en bicicleta? En París se han vuelto locos».

Pero Steines no cejó en su empeño. En vez del Aubisque se dirigió al  Tourmalet. A cuatro kilómetros de la cima se encontró el camino totalmente  nevado. Atravesó la ruta a pie, con la nieve por la cintura. Después de mil  penalidades bajó por la otra vertiente, hasta Bareges. Envió un telegrama a  París: «Pasado el Tourmalet. Stop. Muy buena carretera. Stop.  Perfectamente practicable. Stop. Firmado Steines». La alta montaña llegaba  al Tour. Desgranges se inventó también el maillot amarillo, ése que portó  por vez primera Eugene Christophe, en 1919, aunque Philippe Thys, un  corredor belga, declaró años después que fue él, en 1914, el primero en ponérselo.

Ese maillot amarillo que no se quiso poner Eddy Merckx en 1971, al día siguiente de que Luis Ocaña tuviera que abandonar maltrecho tras una caída y después de ser arrollado unos segundos por Joop Zoetemelk en el col  de Mente; el que tuvo que abandonar entre lágrimas Bernard Hinault, con  la rodilla destrozada en la edición de 1980, escapando de su hotel en plena  noche, en Pau, para no ser visto por los periodistas que querían recoger su  imagen de derrota. El mismo jersey amarillo que consiguió Errandonea en la  primera etapa prólogo de la historia del Tour de Francia, en 1967 en Angers,  y que sólo le duró dos días por culpa de un forúnculo.

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