TOUR DE FRANCIA 2017 A menos de un mes del comienzo
CRÓNICAS
DE TRES
DÉCADAS
Alberto Contador responde a los periodistas en la meta de Reims.
TOUR DE FRANCE
Dulce et decorum est
2014, Sexta etapa 10 de julio ARRAS/REIMS. Ganador: Andre Greipel
Por los campos de batalla en los que murió el poeta Wilfred Owen, una semana antes del final de la Gran Guerra, Alberto Contador parecía tener en la cabeza, durante la etapa del pavés, que aún se trata de digerir en el pelotón, su poema antibelicista Dulce et decorum est: Chocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo / Hasta darle la espalda a las condenadas bengalas / Y empezar a arrastrarnos a un descanso remoto.
¿Es dulce y gallardo morir por la patria? Owen ridiculizó la falacia de Homero. Él padeció los campos de batalla. Contador circuló sobre ellos, prefirió sobrevivir, y seguir, y perder tiempo antes que caer y despedirse del Tour. Por las carreteras que llevaban a Reims, ciudad mártir de la guerra, con su catedral no reconstruída del todo aún, caviló sobre su suerte. Tiene todavía "los dos brazos y las dos piernas", como dijo Pierre Rolland tras el infierno, tal vez pensando en Johnny cogió su fusil. Y opciones de ganar. Por eso en la meta sonreía al llegar, y se paraba con los periodistas y respondía, y decía que sigue bien, gracias. Y hasta se atrevía a contestar en inglés a una televisión, que le entrevistaba a gritos para tratar de tapar la verborrea sobreexcitada de Daniel Mangeas, el locutor del Tour, que anuncia cada año su jubilación pero renace con el verano y el Tour.
Alberto Contador, concentrado, circuló en cabeza del pelotón los últimos kilómetros, para evitar riesgos, hasta la meta, a unos pasos de los viñedos y las bodegas con glamour de la Veuve Clicquot, a las afueras de la ciudad pero en pleno corazón de la región de Champagne, para luego dar paso a los velocistas, y a Greipel, el último de la vieja escuela de la RDA, paisano de Jan Ulrich.
El aspirante Contador sólo torcía el gesto al enterarse de que su amigo y gregario, Jesús Hernández había tenido que abandonar por una caída, un contratiempo menor. No tiene nada grave, anuncian desde el Tinkoff.
Sin embargo, la carrera es cuestión de matices. Contador sonreía pero Valverde se ponía serio: "Que no me digan que ha sido una jornada tranquila porque me puedo cabrear. Se ha rodado muy rápido y ha habido muchos nervios, incluso se ha cortado el pelotón". Pero el líder del Movistar también sorteó los obstáculos.
Horas antes, mientras François Hollande, el presidente de la República, homenajeaba a los caídos en la Nécropole Nationale de Arras, los ciclistas volaban bajo la lluvia de un julio que parece noviembre, de pantalón largo y forro polar. Sin novedad en el frente, salvo las caídas de cada día, sin Froome, ya en casa, de protagonista desgraciado.
Como en la meta, sonreía en la salida Contador, tal vez por haber podido sortear los obstáculos de cinco etapas. Se cuidaba –y le cuidaban–, en el Chemin des Dames, por donde circuló la carrera, otro símbolo de la tragedia, una carnicería hace un siglo. Una etapa llena de símbolos de paz, como la Constelación del Dolor, el monumento a los soldados senegaleses, cerca ya de Reims, donde la fuga de cada día estaba a punto de ser engullida por la voracidad de los llegadores.
Después de un día espantoso, de una noche donde el cielo se abrió, la lluvia sólo acompañó unos kilómetros, aunque amenazó siempre, y los ciclistas miraban al cielo con prevención. Algunos tuvieron mala suerte: Hernández, uno de ellos, y también Xabier Zandio, que la víspera se cayó con Froome y ayer se fue al suelo de nuevo. Sabía el navarro que esta podía ser su última oportunidad en el Tour, a los 37 años, que se esfuma en un par de jornadas desgraciadas.
Así es el Tour, donde es imposible correr sin una pizca de fortuna. Una carrera en la que las cosas sólo se ven fáciles por la televisión. El que diga otra cosa, miente, o es un tanto insensato. Por eso hay quien se burla de las palabras de Vinokourov, el mentor de Nibali: "Es el superfavorito para ganar". Veremos.
Las cosas no son fáciles, de ninguna forma. Como explicaba Owen en su poema inmenso, antes de morir con el uniforme puesto, una semana antes del armisticio, amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo / a los niños que arden ansiosos de gloria / esa vieja mentira: Dulce et decorum est / pro patria mori.