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GIRO DE ITALIA 2017 Sexta etapa: REGGIO CALABRIA-TERME LUIGIANE (217 KMS.)

Dillier celebra su victoria en Terme Luigiane, en la sexta etapa.

GIRO DE ITALIA

Un lugar peculiar en Calabria

El luxemburgués Bob Jungels sigue líder tras la victoria del suizo Dillier ante Stuyven

CLASIFICACIÓN DE LA ETAPA

 

1. Silvan Dillier  4h58'01" 
2. Jasper Stuyven  m.t.
3. Lukas Pöstlberger a12" 
4. Simone Andreetta  a 26" 
5. Michael Woods  a 39" 
6. Adam Yates  a 39''
7. Wilco Kelderman  a 39''
8. Bob Jungels  a 39''
9. Bauke Mollema  a 39''
10. Geraint Thomas  a 39''

CLASIFICACIÓN GENERAL

1. Bob Jungels (LUX) 28h20'47''
2. Geraint Thomas (GBR) a 6'' 
3. Adam Yates (GBR) a 10''
4. Domenico Pozzovivo (ITA)  a 10''
5. Vincenzo Nibali (ITA) a10''
6. Nairo Quintana (COL) a 10''
7. Tom Dumoulin (HOL) a 10''
8. Bauke Mollema (HOL) a 10''
9. Tejay Van Garderen (USA) a 10''
10. Andrey Amador (CRC) a 10'' 

Terme Luigiane es un lugar peculiar. Empezando por el penetrante olor a huevos podridos que no se te quita de la nariz en toda tu estancia. Llegas allí y empiezas a notar el hedor tan desagradable. Vas a comer algo y el bocadillo, o la mariscada, –según el presupuesto de cada uno–, se estropean con el aroma de los gases sulfurosos que hacen famosa a esta ciudad balneario a orillas del Mar Tirreno.

 

Dicen que es bueno beber esas aguas de olor desagradable y ¿sabor? Quién sabe. Nunca las tomé. Era preferible hincharse del té helado que llenaba las neveras de la sala de prensa del Giro y que te hacía visitar constantemente unos baños tomados al asalto por los fotógrafos en los tiempos en que era preciso revelar los carretes.

 

No sé si por el olor, pero allí he visto cosas tan raras como a Cipollini tirándole un bidón de agua a un cámara, o a un periodista acabando rápido su crónica porque tenía su hotel a más de cien kilómetros. Tres horas después regresaba a Terme Luigiane con un cabreo espectacular. Había leído mal y había viajado hasta el hotel de la etapa siguiente. El de esa noche, el Gran Hotel de las termas, estaba justo enfrente de la sala de prensa de la que había salido pitando.

 

A ese mismo establecimiento me dirigí yo la primera vez en Terme Luigiane, como una docena más de periodistas que se agolpaban delante del mostrador de recepción. Pedí mi llave a gritos; también a gritos les dije mi apellido y les comenté que tenía el bono de la agencia de viajes en la maleta, que enseguida se lo bajaba. Entre en la habitación que me habían asignado, encontré el bono y me di cuenta de que me había equivocado de hotel, que aquel no era el mío.

 

Rehíce la maleta, dejé la llave con discreción en la recepción y me marché al que los cachondos de Wagonlit me habían buscado, el hotel Moderno, que como su nombre indica, era una antigualla sin reformar desde muchas décadas antes, y con las sábanas más húmedas en las que he dormido en mi vida. Pero como para ponerse a buscar otro en los bosques calabreses. Aparte del olor, claro. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Terme Luigiane, además, es una llegada exigente, y no sólo por el kilómetro final siempre cuesta arriba, sino porque se sitúa en un territorio lleno de accidentes geográficos, en el empeine de la bota italiana, en plena costa de Calabria.

 

Un territorio apto para clasicómanos como Jasper Stuyven, que durante muchos kilómetros acarició el sueño de llevarse la etapa, porque entre los escapados –Silvan Dillier (BMC), Simone Andreetta (Bardiani CSF), Lukas Pöstlberger (Bora-Hansgrohe), Mads Pedersen y el propio Stuyven (Trek-Segafredo)–, abrieron un hueco que el pelotón no quiso, o no pudo, cerrar. Claro que una escapada que se presume con éxito es un territorio de ilusiones y de sueños, como cuando ves un bote millonario en la Primitiva y rellenas el boleto.

 

Entre los fugados, cada uno soñaba con algo. Lukas Pöstlberger, por ejemplo, seguro que le daba vueltas a la posibilidad de repetir la hazaña del primer día y ganar la etapa otra vez; los demás no tenían aspiraciones más modestas, hasta que la etapa va despertando a cada cual. En los kilómetros finales, entre tanto sube y baja, y las decenas de curvas de herradura que encorsetan los acantilados, el grupo se hizo más pequeño.

 

Quedaron los fuertes: Dillier, Stuyven y el soñador Pölstberger, que afrontaron los 700 metros finales sabiendo que el pelotón no iba a llegar por detrás y que tendría que  ser una cuestión de aguantar los nervios. En esa pelea sicológica, el austríaco que fue el primer líder del Giro, fue también el primero en descolgarse; Stuyven echó mano de la sangre fría y Silvan Dillier se la jugó a una arrancada a 200 metros de la llegada.

 

Posiblemente era lo único que podía hacer. Fue quien mejor jugó sus bazas, porque Stuyven no pudo llegar a su altura y se quedó a medio tubular, golpeando con rabia el manillar. El grupo de los principales llegó casi un minuto después, tranquilo, aunque el líder Jungels tuvo que hacer un último esfuerzo para que Adam Yates no le arrebatara el jersey rosa por unos segundos.

 

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