top of page

El telón de acero


Los más jóvenes posiblemente no sabrán, salvo que les guste la historia, qué fue el telón de acero. Como muchas otras cosas, la frase correspondió a Winston Churchill. La pronunció en una conferencia en Estados Unidos, en 1946, cuando despojado de su cargo de Primer Ministro en el Reino Unido, al año siguiente de ganar con los Aliados la II Guerra Mundial, perdió las elecciones ante Clement Attlee, que, por cierto, tenía en su gabinete como ministro de Transportes a Alfred Barnes, hermano pequeño de William Edwin Barnes, que entrenó al Athletic tres temporadas en dos épocas diferentes y ganó todos los títulos que se pusieron en juego: tres Copas y tres campeonatos regionales.

Churchill, sin asuntos oficiales que solventar, dijo aquello de que con el dominio de la Unión Soviética sobre los países de su entorno, había caído sobre el continente un telón de acero, una frontera física pero también ideológica. Una frontera como la que separa el Athletic de San Mamés y el Athletic de los demás campos de la Liga.

Leo por ahí que el equipo de Valverde es, junto al Real Madrid, el que más puntos ha conseguido en su propio campo, un total de 33. El feudo bilbaíno ha sido prácticamente inexpugnable. Desde el comienzo, una derrota frente al Barcelona, tres empates y pare usted de contar más disgustos para la parroquia: el resto, todo victorias. El telón de acero ideológico entre jugar en casa o hacerlo a domicilio está ahí, y nadie sabe por qué esa frontera que en temporadas anteriores era mucho más permeable, ahora resulta casi infranqueable, incluso en los buenos partidos como el del pasado jueves en Sevilla.

Explíquenmelo, que yo no lo entiendo. Lo cierto es que San Mamés es una garantía incluso en los partidos plomizos como el del Málaga, que llegó con la intención de contemporizar y casi consigue su objetivo de puntuar simplemente conteniendo los impulsos rojiblancos después de un arranque que pudo ser catastrófico para el Athletic, porque en tres minutos, el equipo malagueño encadenó tres ocasiones de gol. Pero ni con la caraja que salió el equipo de Valverde, pudo conseguir el Málaga arañar nada, porque esa fortuna que les da la espalda a los rojiblancos cuando visitan otro campo, sonríe habitualmente en San Mamés, o al menos en esos días en los que el fútbol se ha tomado la noche libre.

Tras el susto inicial, el Athletic tomó las riendas pero no encontró el camino, a pesar de las pistas que iba dejando el Málaga, que eran como el reguero de botellas vacías de Cartojal después de una noche de feria malagueña por la calle Larios. Tuvieron alguna ocasión los bilbaínos, como la de Susaeta que sacó Kameni, tras un despiste defensivo, pero casi nunca fueron porque el juego colectivo abrumara a unos rivales encerrados en su campo. Qué va. Daba la sensación de que allí no iba a pasar nada, y de hecho, no pasaba nada hasta que Susaeta se activó por la banda derecha, pero ya en la segunda parte. Supo combinar bien con Lekue y a veces, con el despistado Williams. En una de esas, Iñaki recibió al borde del área y su duro disparo lo desvió Camacho con el brazo extendido. Penalti que transformó Raúl García. Después de años de zozobra, con la grada temblando con cada pena máxima a favor, las cosas han cambiado. Esta temporada, ni un solo fallo.

El gol liquidó al Málaga, sin argumentos apenas, y Valverde se agarró al "clasificación, amigo", frase con label caparrosiano, y trató de cerrar el telón de acero con su declaración de intenciones a base de cambios. Si primero había metido a Villalibre con el empate a cero, tras el gol del triunfo rojiblanco, puso en el campo a Bóveda y Saborit, porque los tres puntos tienen mucha tela de cara a los puestos europeos


TOUR DE FRANCIA

ESPECIAL

NÚMEROS ANTERIORES

ENTRADAS RECIENTES
bottom of page