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TOUR  2017  19 de julio 17ª etapa La Mure-Serre Chevalier / 183 kms.

LA CARRERA

Bardet, Urán y Froome, durante la ascensión al Galibier.  ©ASO

Cuidado con Rigoberto

El colombiano ya es segundo, con el mismo tiempo que Bardet, a 27 segundos de Froome

PRIMOZ ROGLIC

"Mi familia y mi novia estaban aquí, así que tenía claro que había que ir hasta el final... ha sido una locura. Lo recordaré siempre".

CHRIS FROOME

"Pienso que mis piernas están mejor que la semana pasada en los Pirineos, es una buena señal. Hice lo que era necesario hacer para no perder tiempo "

El Acta de Adoración que escribió Henri Desgrange, el inventor del Tour, describía al gigante de los Alpes como un coloso infranqueable para los débiles. En su chauvinismo, el director del diario L´Auto llegó a decir que Dios creó los Alpes y los Pirineos para el Tour de Francia. Y el Galibier era la culminación de esa creación: "¿Acaso no tienen alas nuestros hombres, que hoy se elevaron hasta una altura donde ni siquiera llegan las águilas? ¡Oh Sappey!, ¡Oh Laffrey!, ¡Oh puerto Bayard!, ¡Oh, Tourmalet! Nunca fallaré en mi deber de proclamar que junto al Galibier sois como el pálido y vulgar animalillo; ante este gigante sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia", rezaba su grandiulocuente crónica. Hoy, en la cima del Galibier, un monumento recuerda a Desgrange. 

Sin embargo, ese mismo día en el que Desgrange, cuyo monumento en la cima se enseñorea de los dos valles, La Valloire y la Guisane, el primer ciclista que ascendió a la cima, Emile Georget, resumió en tres palabras mucho más contundentes, lo que le había parecido aquella montaña: "Sois unos estafadores", le dijo a Desgrange.

Han pasado los años y los ciclistas. El Galibier sigue siendo igual de alto, pero su trazado es mucho más cómodo. La gravilla y las piedras hace mucho que dieron paso al asfalto. Es verdad que entre los briançoneses y los saboyanos sigue existiendo el mismo aislamiento que hace un siglo, porque el paso de montaña se cierra casi ocho meses al año, pero sigue siendo imposible distinguir si el Galibier es un coloso o una estafa.

Alberto Contador es de quienes coinciden con la opinión de Desgrange. Para él el Galibier es una epopeya. Allí se hundió una vez para disfrutar al día siguiente por la otra ladera; allí volvió a intentarlo una vez más, aún sabiéndose en inferioridad; desde la Croix de Fer, junto a un Nairo al que le responde más la cabeza que las piernas. Ni siquiera cuando el español quisi esperar al colombiano pudo seguir su estela y su aventura. Contador gastó reservas para alcanzar la escapada; para engancharse a Pantano y a Mollema. Volvió a hacer un sobreesfuerzo después de una avería, cuando ya se ascendía al Telegraphe, y se rindió a la evidencia, tras haber acumulado cuatro minutos de renta, cuando el esloveno Roglic, al que le esperaba su familia en Serre Chevalier, apretó en el Galibier y se le gastaron las últimas fuerzas, allá donde de nuevo intentaba una gesta.

¿Y una estafa? Para quienes siguen el ritmo del Sky, las pedaladas poderosas de Mikel Landa, la cerviz agachada de Christopher Froome, el Galibier puede parecer un fraude. Control con sangre fría para perseguir las chispitas de Romain Bardet, al que esperaba en la meta el presidente de la República, Macron, para hacerle confidencias al oído. Nadie más intenta imitar a Roglic, que se lanza en el descenso como cuando, hasta los 22 años, era un campeón de saltos de esquí.

Pero, cuidado, porque en las cercanías de Froome, de Landa, siempr circula un ciclista silencioso, que intenta pasar desapercibido con su maillot verde fosforito. Es colombiano, un veterano ya; buen contrarrelojista y mejor escalador. Sólo su nombre de pila es un tanto llamativo: Rigoberto. Ha sabido mantenerse siempre ahí, a unos pasos.

 

Ganó una etapa por la foto finish, y en el sprint de Serre Chevalier volvió a restar segundos por la bonificación. Ya está a sólo 27 segundos de Froome, y, por unas décimas, por delante de Bardet en la General. Y queda el Izoard, y la subida a Notre Dame de la Garde, antes de la llegada al Stade Velodróme de Marsella, en la contrarreloj. Es un muro. Lo subí (a pie) hace dos años e impresiona.

Para saber si el Galibier es una estafa o deja como un pálido animalillo al Tourmalet, como decía Desgrange, habrá que esperar a esas dos jornadas. Veremos. Podría darse el caso de que en vez de champán por el camino, Froome y sus perseguidores se disputen los sprints intermedios entre Montgeron y los Campos Eíseos. Ojo a Rigoberto.

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