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La mala fortuna


En Barcelona ya andan enredando con Ernesto Valverde. Y con otros más, claro. A Luis Enrique se le ocurrió anunciar que se va a final de temporada, haga lo que haga su equipo, incluso aunque eleve a la categoría de milagro la eliminatoria frente al PSG, así que ha abierto la veda. Las escopetas azulgrana disparan a todo lo que se mueve. Los periódicos deportivos y los que no lo son tienen argumentos para su portada de aquí a mayo, o junio, si se retrasa el relevo. Y Valverde está en la lista de favoritos. Ayer las televisiones hacían encuestas sobre Sampaoli y el actual entrenador del Athletic. En el Sánchez Pizjuán se vieron las caras, pero probablemente no comentaron demasiado sobre el asunto, porque estaban a otra cosa, mucho más importante por ahora. Al final, sin embargo, sólo sonrió el entrenador del Sevilla.

Quince minutos a merced del contrario, un penalti absurdo, la mala suerte después de la parada de Gorka y otro partido a la basura. El Athletic, esta vez, no mereció perder, e incluso hizo oposiciones a la victoria, pero le lastró un comienzo blandito y una preocupante ineficacia de cara al gol. El resto bien. Durante 75 minutos, el equipo de Ernesto Valverde tiró de orgullo, dominó a un Sevilla intratable hasta el momento, y pudo conseguir un resultado mucho mejor. Pero lo que otras veces favoreció, esta vez perjudicó.

Qué le vamos a hacer.

Todo comenzó como solía, con un Athletic poco intenso, blando en los cruces, permitiendo que el Sevilla arrollara en los primeros lances, y tuviera unas cuantas ocasiones de gol. Una copia de cualquier partido rojiblanco fuera de casa esta temporada. Daba la impresión, incluso, de que aquello podía acabar en un marcador escandaloso. Cuando a los 12 minutos Etxeita cometió la torpeza de meter la pierna cuando Vietto entraba en el área, los augurios más funestos comenzaron a tomar forma. Penalti claro. Lo lanzó Jovetic, que se ha convertido en uno de los capos del equipo sevillano. Chutó mal, por el centro y suave. Gorka, que ya se vencía hacia un lado, rectificó y rechazó la pelota. Pero los defensas estuvieron lentos. Iborra se adelantó y marcó. Parecía el principio de una noche bochornosa.

Pero por una vez no se cumplieron los presagios más negros, porque al Athletic le dio un ataque de orgullo y, ¡cáspita!, los jugadores se dieron cuenta de que cuando atacan el balón con más intensidad que el rival, se lo llevan; que si tratan de jugar más rápido, dominan; comprendieron que podían encerrar al Sevilla en su campo y lo hicieron. En un instante el partido cambió de signo y el equipo de Valverde primero se enfrentó de tú a tú al Sevilla y después lo superó en todas las facetas... salvo en el remate. Porque el gol fuera de casa es una rémora que acompaña al Athletic como hacían esos simpáticos peces atinopterígios a los barcos de madera que surcaban los mares, o a los tiburones en el Caribe. La falta de pegada hundió al equipo bilbaino en Sevilla, porque además la reacción de orgullo y buen fútbol no fue cosa de unos minutos, sino que se extendió hasta el final del partido, cuando los palangana pedían la hora y los futbolistas de casa se encerraban en al área al estilo del mejor autobús de esos que, decían, ponía José Mari Maguregi –que jugó en el Athletic y el Sevilla–, cuando entrenaba al Almería.

Un remate al poste de Raúl García, un disparo ajustado de Iñaki Williams y un constante bombardeo de balones al área sevillista no fueron suficientes para que el equipo que mejor jugó se llevara al menos un punto. El día en el que Beñat fue el Beñat que amargaba las veladas a los sevillistas en el Villamarín; cuando San José fue la araña del medio campo; cuando Raúl García volvió a activarse y los zagueros defendieron como lobos a su camada, al Athletic no le llegó ni para el empate, pero desde luego ese es el camino. El de darse cuenta de que físicamente el rival no tiene por qué ser superior, como demostró un Sevilla boqueando en los minutos finales: el de comprobar que las bajas (cinco titulares) no tienen por qué hacer mella. En Sevilla se lamentaban de la ausencia de N´Zonzi, ¿y qué decir de las bajas de Laporte, De Marcos, Balenziaga, Arrizabalaga o Aduriz? Todos los que salieron, sumaron esta vez, aunque no fueron puntos, una lástima, pero esa es la senda que debe trazar el Athletic hasta final de temporada, la de no creerse mejor que nadie para caer en la indolencia y bajar el pistón, o peor que el rival y bajar los brazos.


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