TOUR DE FRANCIA 2017 8 de julio 8ª etapa Dole-Des Rousses / 187,5 kms.
LA CARRERA
Calmejane, en la línea de meta de la estación invernal de Des Rouses. ©ASO
Una etapa para fingir
Lilian Calmejane gana escapado pese a sufrir calambres a cinco kilómetros de la meta
Faltan cinco kilómetros y Lilian Calmejane, a punto de atravesar bajo la pancarta que indica la distancia hasta la meta, sufre un pequeño espasmo y se levanta del sillín. Parece que le acaba de dar un calambre. Se echa la mano al muslo derecho, pone cara de dolor, se masajea y baja el ritmo de pedaleo durante un rato, incluso desecha el plato grande que ha utilizado en la ascensión al último puerto.
Durante unos metros pedalea poniendo los pies planos sobre el calapié. Avisado por su director, Robert Gesink, medio kilómetro por detrás, se exprime al máximo. Al parecer, tiene una oportunidad de ganar por fin una etapa del Tour.
Faltan cuatro kilómetros y la cámara de la moto se acerca al rostro de Calmejane en un primer plano. Saca la lengua, larga como un filete de ternera, un gesto que recuerda a alguien, y no hay muchas vueltas que darle. A su compañero y jefe de filas Thomas Voeckler. Entonces surge una pequeña duda: ¿estaba fingiendo?, ¿trataba de darle un tono épico a su victoria? Sabía que al atravesar esa señal de los cinco kilómetros, el realizador, casi por obligación, se iba a centrar en él.
Además, la sospecha se alimenta remitiéndose a la entrevista que le hizo hace unas semanas pelotonmagazine.com. "Thomas me ayuda, me da pequeños consejos aquí y allá". Los dos se entrenan juntos. "Vivimos cerca y hablamos mucho. El día que se retire va a dejar un hueco importante dentro del equipo, y fuera, con la prensa y el público".
Y es que aunque muchos colegas del pelotón le detestan, Voeckler es un maestro de las relaciones públicas en su país, donde a falta de campeones se conforman con ciclistas que agiten las carreras.
Ahora en el ocaso, el hombre que vivía en la isla de Martinica hasta que perdió a su padre un día que salió a navegar, ya no es tan protagonista ante las cámaras como lo fue durante años, en los que sus gestos histriónicos y muchas veces demagógicos, que soliviantaban a sus rivales, enardecían a la vez a sus seguidores. Siempre tuvo un don especial para saber qué cámara había pinchado el realizador de France 2.
¿Estamos ante un sucesor? Lo que sí parece, fueran o no falsos o exagerados los calambres, es que Calmejane es un ciclista con más hechuras que su protector Voeckler, que tal vez se esté moviendo ahora en la frontera entre ser un gran corredor o un cazador de portadas de L´Equipe.
Corre el peligro de acabar siendo eso a las órdenes de Jean-René Bernadeau, un director francés a la antigua usanza, que necesita los golpes de efecto de sus corredores y le preocupa más una etapa ganada o un maillot de lo que sea que el largo plazo. Los equipos continentales franceses buscan un puesto en el siguiente Tour, y un patrocinador para la temporada próxima antes que hacer un ejercicio de paciencia con un ciclista. Y Calmejane, que en la Vuelta a España de 2016 ganó una etapa parecida, parece un buen ciclista, que consiguió sobrevivir al acoso del Sky, que puso la carrera a 42 kilómetros por hora.
Era la etapa para fingir. Tal vez Calmejane lo hizo, y también el Sky de Froome. Por delante viajaban elementos perturbadores, que podían poner la carrera patas arriba, pero cuando el Sky se puso delante cualquiera hubiera podido pensar que su estrategia iba a consistir en lanzarse al desenfreno y poner la carrera hecha unos zorros.
Cuando Henao y Mikel Landa se descolgaron de una escapada que parecía que no podía llegar a nada porque el ritmo de su equipo lo impedía, Froome tenía un dream team para hacer trizas la clasificación. Todos en fila, amenazantes, haciendo descender a puñados la distancia con Calmejane y sus acompañantes –que luego se quedaron atrás–, aquello parecía una máquina de picar carne de ciclista.
Pero no. En la ascensión al Montée de La Combe de Laisia, el fuego se apagó. Todo había sido una demostración de fuerza, como el lanzamiento de misiles de Corea del Norte para amedrentar a sus enemigos. Y los adversarios de Froome se tragaron el engaño, y nadie se movió. Hubo un instante en el que Jarlinson Pantano acercó a Alberto Contador a la altura de Froome y sus pretorianos, pero al ver cómo resoplaban en cabeza decidió dejarlo para otro día.
Nadie más respiró entre los favoritos. Si fue un engaño no lo dirán nunca; si tenían previsto algo gordo y al final flaqueó Froome, tampoco, pero consiguieron su objetivo. Domar a sus rivales. Llegaron todos juntitos a la estación invernal de Des Rousses. No hubo daños, ni directos ni colaterales. En Chambery, probablemente, será otra cosa, porque el ritmo que impuso el equipo de Froome puede pasar factura.
De hecho, tal vez ese fue su objetivo, el de machacar a sus adversarios por lo civil antes de hacerlo en los tres puertos Hors Categorie de la siguiente etapa por lo criminal. El que avisa no es traidor. Froome ya avisa que en las próximas horas, para las que se anuncian un cambio de tiempo y el regreso de las lluvias, se puede producir una movilización general en el pelotón y que la clasificación general puede saltar hecha pedazos. Por algo lo dirá.
LILIAN CALMEJANE
"Sabía que Gesink estaba cerca y tuve un susto por los calambres, pero qué alivio sentí cuando crucé la línea"
CHRIS FROOME
"Puede ser que mañana veamos la clasificación general estallar en pedazos, con grandes diferencias"