top of page

TOUR DE FRANCIA 2017 La carrera en marcha 

CRÓNICAS

DE TRES

​DÉCADAS

Joseba Beloki, herido en el suelo tras su caída en el descenso de La Rochette, camino de Gap.

TOUR DE FRANCE

Se marcha un valiente

2003, 9ª etapa 14 de julio Le BOURG D´OISANS/GAP. Ganador: Alexandre Vinokourov

Se marcha un valiente. Sólo una caída ha podido con él.Joseba Beloki, tres veces podio en el Tour, buscaba este año dar la sorpresa. «Atacaré todos los días», anunció en Alpe d'Huez. De repente, su mentalidad había cambiado. Quería ganar el Tour.Sabía que para hacerlo tenía que desbancar a Armstrong a base de ataques, hasta desfallecer, buscando la emboscada o batallando cara a cara. «Este año me da lo mismo ser segundo que reventar».

 

Ayer también atacó, en el alto de Saint Apollinaire, un puerto de segunda. Incansable Beloki, aguerrido como nunca, desconocido...Y de repente dice adiós. Maldita curva, maldito asfalto reblandecido, maldito tubular. Bajaba como un poseso para cazar a Vinokourov, que atacó faltando un kilómetro para la cima de La Rochette, una tachuela de tercera categoría, que pasará a la historia como pasó el col de Mente, aquel en el que Ocaña perdió su primera oportunidad de ganarle el Tour a Eddy Merckx.

 

El kazajo apenas llevaba 12 segundos de ventaja porque Beloki aceleró en el descenso. Tomó el mando. No quería regalar nada a nadie. Le seguían todos con el gancho. Armstrong a su rueda, apenas a dos metros. A veces le daba un relevo. Vio una curva a la izquierda, cerrada. Al otro lado de un campo de cebada, la pancarta de cuatro kilómetros para la meta. Hacía calor, bochorno. El termómetro superaba los 40 grados al sol, el asfalto estaba reblandecido, en malas condiciones. La ruta de Briançon a Gap no es, precisamente, la mejor carretera de Francia.

 

Joseba tocó el freno, se le clavó la rueda trasera, le reventó. La bicicleta le hizo un extraño, trató de dominarla, pero a 70 por hora es muy difícil, imposible. Mientras, Armstrong pensaba rápido. Buscó una vía de escape para no caer él también, para no perder el Tour un día después de vestirse de amarillo.Tuvo suerte, la de los campeones. A su izquierda, donde otras veces hay un barranco o un río, se desplegaba el campo de cebada recién segado que llevaba hasta la pancarta de cuatro kilómetros.

 

Beloki empezaba a rodar por el suelo, cayendo sobre la cadera. Mayo y Zubeldia, que venían detrás, salvaron la situación con un frenazo. Los otros vieron el accidente desde más lejos y tuvieron tiempo para pasar por la derecha. Armstrong rodaba ya por el campo, sin poder frenar. «Nunca he pasado más miedo sobre la bicicleta en mi vida». Paró a tiempo, se bajó de la máquina y saltó hasta la carretera. Allí volvió a montar. Justo cuando pasaban los demás. Se ganó alguna bronca por su temeridad, pero estaba ileso. No sufrió daños, sólo el susto. Aunque se organice una polémica por su acción, ésta fue legal, evidentemente contemplada en el reglamento, que da potestad a los comisarios para decidir si existe voluntariedad o ánimo de hacer trampas.

 

Armstrong no hacía trampa. Lo dicta el sentido común. Jaksche y Azevedo, los dos compañeros de Beloki que venían por detrás, se pararon para atender al herido. No sabían qué hacer hasta que llegó el coche del ONCE-Eroski. Entre ellos y un gendarme, que vio el accidente a un par de metros, trataron de atender al corredor. Manolo Saiz, desencajado, bajó a toda velocidad, junto con Faustino Muñoz, el mecánico del equipo. Enseguida trataron de reincorporar al ciclista, que se dolía de la cadera.

 

Beloki quería continuar.Pidió que le trajeran la bicicleta. Estaba blanco por el susto y el dolor, pero únicamente pensaba en la carrera. Era imposible.Intentó ponerse de pie y no podía apoyar la pierna derecha. Saiz y sus ayudantes se dieron cuenta de que no podía seguir y ordenaron a sus dos compañeros, que estaban allí para lo que fuera, que siguieran hacia la meta. Beloki, todo pundonor, no podía hacerse a la idea de perder el Tour. No sabía entonces que tenía una fractura de la cabeza del fémur de la pierna derecha, por la que será intervenido quirúrgicamente y el cúbito y el radio del brazo derecho que, según el parte médico, se curará con una simple escayola.

 

Llegó la ambulancia y montaron a Beloki. Hizo los últimos cuatro kilómetros dentro del vehículo y fue conducido al hospital. Estaba fuera, justo cuando ayer los periódicos franceses no dejaban de jalear la buena nueva: Armstrong es humano. Hablaban ya de una conjunción de fuerzas para tratar de desbancar al texano en los Pirineos. Tenían la esperanza de que entre Mayo y Beloki podrían poner en apuros al boss.

 

Pero Beloki no estará en los Pirineos. Con un poco de fortuna lo verá desde su casa, con la amargura de saber que él hubiera podido estar ahí, tratando de desinflar la vanidad del campeón texano. Maldito tubular, maldito asfalto. La leyenda del Tour se siguió escribiendo ayer a cuatro kilómetros de la meta de Gap, más que en la propia línea de llegada en la que Vinokourov apareció triunfante. Iban Mayo, que fue tercero, le recortó ocho segundos a Armstrong por la bonificación. Un consuelo amargo.

bottom of page