Corazones intrépidos
Fue un asunto que pasó casi desapercibido aquel día, y sabrán qué día era con sólo apuntar un dato: el Athletic se jugaba el descenso a Segunda División frente al Levante. ¿Ya lo recuerdan ahora, no? El día, claro, que no el asunto que a mí, no sé por qué, se me quedó grabado y de vez en cuando me viene a la cabeza. Aquella cita, que afortunadamente parece estar ya deshaciéndose en la bruma de la memoria, aunque a veces se aparezca el fantasma en sueños, ese día de autos, de la victoria en la segunda parte y del suspiro tremendo de San Mamés cuando el árbitro pitó el final, se instalaron los desfibriladores en la Catedral. Y fue una casualidad, pero se convirtió en una metáfora de lo que suponía aquel partido, que sólo era apto para corazones intrépidos, en el césped y en la grada.
Posiblemente, en la grada sigamos muchos de los que estuvimos aquella tarde de domingo, ya metida en el mes de junio, en San Mamés. En el césped sólo queda Aduriz, más joven casi que aquel día. De hecho, de la alineación del Athletic de aquel día sólo dos futbolistas, además del mago donostiarra, siguen en activo: Javi Martínez en el Bayern y Ander Murillo, en el AEK Larnaca. Otros dos, Amorebieta y Llorente, estaban en el banquillo y no jugaron.
Desde entonces, en San Mamés –el antiguo y el nuevo–, se han jugado muchos más partidos para corazones intrépidos, aunque la mayoría de un signo muy diferente al de aquella tarde de la primavera tardía contra el Levante. Frente al Betis fue uno de ellos. Llegaba el Athletic de jugar apenas tres días antes, en esta locura que Tebas y sus huestes han montado con la Liga. Conocía los resultados del Villarreal y la Real Sociedad, que le relegaban provisionalmente al séptimo puesto y le distanciaban de los castellonenses y se encontró además con un rival que pese a lo que se podía deducir de su tranquilidad clasificatoria, afrontó el partido a cara de perro, posiblemente porque liberado el Betis de cualquier agobio, los futbolistas se expresan de otra manera sobre el campo.
Así que frente a un equipo concentrado y trabajador, que trataba de ganar la batalla del medio campo en el inicio del partido, a los hombres de Valverde no les quedó más remedio que arremangarse, y cambiar el frac por el mono de trabajo y subir a la escalera para ponerse a la altura que exigía el Betis.
Superado el primer cuarto de hora, cuando por fin aflojó un tanto la presión verdiblanca, Beñat por fin le pudo coger el pulso al partido junto al hiperactivo Susaeta, presto de igual forma para bordar una filigrana que para coser un botón. En una de esas le puso el balón a Aduriz, que cabeceó centrado; en otra se montó una triangulación con De Marcos que el alavés estrelló en el poste. Por medio, Aduriz pudo marcar el gol de la noche después de hacerles el sombrero a dos defensas. Adán le quitó la pelota cuando intentó regatear al portero bético.
En fin, que la primera parte la ganó a los puntos el Athletic, que golpeó más después de un inicio titubeante. Y en la segunda, como ocurre casi siempre en San Mamés, el equipo rojiblanco pareció otro. Sólo las camisetas eran iguales. Salió el equipo de los corazones intrépidos y arrolló en unos minutos a su rival. Primero Susaeta, regate va, regate viene, lanzó fuera por poco. En la siguiente, Aduriz fue derribado en el área cuando buscaba portería y posiblemente también el contacto. El árbitro señaló penalti que el ariete rojiblanco transformó en lo que se está convirtiendo en una feliz costumbre. Aduriz, por cierto, suma ya 15 goles en la Liga, una cifra que alcanza por cuarta temporada consecutiva.
Parecía que empezaba la fiesta, sobre todo después de que Raúl García picara un balón para que Muniain rematara, ¡de cabeza! a la red. El resultado invitaba a la fiesta y el regocijo, pero San Mamés, que había aplaudido a Joaquín en su salida al campo, no reparó en que el portuense aún conserva buenas dosis de su clase. En una acción por la izquierda sirvió a Alex Martínez que disparó. Kepa falló en el blocaje y Rubén Castro la empujó desde cerca para acortar distancias y convertir de nuevo el partido en uno de esos choques para corazones intrépidos.
El Betis no se conformó y tocó a rebato, que no arrebato, que es más sevillista. El Athletic se amilanó un tanto en los minutos finales y a los futbolistas bilbainos les pesaban las piernas y les quemaba la pelota. Pudo empatar Rubén Pardo, y darle así una satisfacción a su Real Sociedad, pero su disparo seco golpeó en Yeray y se marchó fuera por poco, pero no hubiera sido un resultado justo por mucho que la afición pidiera la hora, a los hinchas rojiblancos se les pusiera un nudo en la garganta y las cajas de los desfibriladores se pusieran en situación de alerta. Los corazones intrépidos aguantaron y ahora el Athletic está más cerca de Europa.