El error Berenguer
Los más versados en historia de España sabrán que el título de este escrito no es original. Lo empleó José Ortega y Gasset en un artículo que publicó en el diario El Sol, el 15 de noviembre de 1930. Se refería al general Dámaso Berenguer, presidente del Gobierno al que los medios de aquella época calificaron como la “dictablanda”, y que había sustituido a la dictadura de Primo de Rivera. Ortega y Gasset finalizaba su extenso escrito con una frase lapidaria: Delenda est monarchia, es decir: la monarquía debe ser destruida.
No me voy a meter en berenjenales políticos, como es de suponer, pero el título del filósofo madrileño viene al pelo en relación a uno de los culebrones del verano, el de Alex Berenguer, jugador de Osasuna que, al parecer, interesaba al Athletic. Hay que decir “al parecer”, porque el club rojiblanco, fiel al sigilo que Josu Urrutia exige a sus colaboradores, no ha dicho ni una palabra al respecto, aunque El Correo desveló que el jugador lleva tiempo buscando casa por Bilbao.
Posiblemente, a la vista de lo que ha sucedido en los últimos días, tendrá que cambiar de planes y empezar a ponerse en contacto con las agencias inmobiliarias de Nápoles, porque la entidad navarra ya ha anunciado que podría negociar con otros clubes, pero nunca con el Athletic, al que le exige el abono completo de la cláusula de rescisión, sobre todo, después de que desde Ibaigane pagaran la cláusula de 450.000 euros del juvenil Areso, según Osasuna, “abusando del potencial económico para convencer al jugador”, como si esto fuera algo novedoso en el fútbol. Desde Pamplona nos están descubriendo una dimensión nueva en el mundo del deporte profesional.
Pero claro, ahí aparece Berenguer, que no deja de ser una locura más de las que se viven en el fútbol, porque leo que el futbolista, con 22 partidos la pasada temporada como titular en el equipo colista de Primera División, iba a cobrar más de un millón de euros por temporada, y ese sí que parece un despropósito.
Está bien que el Athletic tenga un mercado limitado de fichajes; que deba hacer un esfuerzo mayor que los demás clubes para conseguir hacerse con los servicios de los futbolistas más contrastados del panorama vasco. Está bien también que los jugadores que han demostrado sobre el césped de San Mamés, o de cualquier otro campo, sus cualidades fuera de cualquier duda, cobren un salario acorde con sus virtudes, pero de ahí a ofrecer a un meritorio un sueldo escandaloso va un trecho.
Parece que queda bien claro que el dineral que pagan las televisiones a los clubes de fútbol, lo único que van a conseguir es un mercado hiperinflacionado. Cuando leo que el Milan, para retener a Donnarumma, además de ponerle un sueldo estratosférico, deberá fichar como tercer portero a su hermano –que puede ser un paquete–, y pagarle un millón de euros anuales, se me abren las carnes.
Por eso tal vez haya sido mejor el impulso rojiblanco de pagar la cláusula de Areso, abusando de su poder económico. En mi modesta opinión, pagarle un millón de euros a un recién llegado al fútbol, que desde luego no es Messi, hubiera sido un error. El error Berenguer.
Y ahora van y lo fichan.