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Estar a la altura


Cuando se acude a una cita importante, resulta esencial estar a la altura. En todos los ámbitos de la vida. Si a uno le llega una invitación para la recepción del 14 de julio en la embajada de Francia, mejor no acudir con bermudas y chancletas porque seguramente no pasará de la puerta; si te convocan para un examen de las oposiciones a Notarías, o vas con las lecciones aprendidas o mejor no presentarse porque será inútil. Entrar a un banco a pedir un crédito es cuestión baladí si ni tienes detrás el aval de la nómina fija, pues buenos son los bancos después de que estallara la burbuja que condujo a la crisis.

Si vas a Mendizorroza, también hay que saber estar a la altura, y los jugadores del Athletic no estuvieron. Posiblemente habrá que dejar fuera de este asunto al entrenador, porque la altura que no alcanzaron los futbolistas fue la de conseguir transformar en goles las ocasiones de las que dispusieron y en eso, con el partido comenzado, poco puede hacer Ernesto Valverde.

Y en el campo del Alavés hay que estar a la altura en esa faceta. El equipo de Pellegrino concede muy pocas oportunidades al rival y resulta esencial aprovecharlas. Miren por dónde, esta vez al conjunto vitoriano se le vieron las costuras mucho más que en otras ocasiones y ni aún así el Athletic supo aprovechar el momento. Y eso se paga.

Evidentemente, el Alavés tenía ganas de meterle mano al Athletic. Se veía en la intensidad del juego albiazul, en las discusiones y las fricciones sobre el campo, pero tal vez por eso, la ansiedad les pudo en muchos momentos y dejaron espacios que no suelen dejar. Los bilbainos tuvieron una primera parte trufada de ocasiones para marcar y decantar el partido de su lado, pero ninguno de los protagonistas estuvo a la altura. Fue Aduriz, sobre todo, el que se convirtió en desafortunado protagonista. En la más clara ocasión del partido, recibió un balón a tres metros de la portería, tuvo tiempo para pensar pero se precipitó y le regaló la pelota a Pacheco. Era la tercera que tenía el ariete del Athletic, en un día aciago que acabó en desastre. Iñaki Williams, muy activo y que acabó agotado, superó casi siempre a su par en la derecha, pero eligió mal, sobre todo cuando después de llegar en una de esas a la línea de fondo, se olvidó de levantar la cabeza y no vio que Muniain y Raúl García estaban solos para empujar la pelota. Buscó la opción más complicada. La sucesión de oportunidades rojiblancas –el Alavés tuvo un par de ellas, pero menos claras–, se completó con un disparo al palo de Beñat, que fue el faro en la primera parte, y que se apagó después del gol del Alavés.

Al descanso, las sensaciones eran muy raras, mucho, porque cualquiera de los aficionados del Athletic, en la grada de Mendizorroza, o enganchado a la televisión, maldecía por bajo las ocasiones falladas ante un Alavés que no acostumbra a regalarlas. El Athletic no había estado a la altura que exigía el partido, con el quinto puesto a la vista, y no en juego, sino en efectividad.

El mosqueo aumentó en la segunda parte, cuando nada más comenzar, Williams falló otro remate cruzado en buena situación, y más aún cuando a la salida de un córner lanzado por el Alavés, Theo, completamente solo, agarró una volea fantástica que acabó en la red.

Era lo que faltaba, porque el equipo vitoriano estaba, desde ese momento, en su salsa. Cerró filas atrás, guardó bien las espaldas y blindó los huecos por donde se coló el Athletic en la primera mitad, mientras los de Valverde parecían en shock tras recibir el golpe en el marcador. No se repusieron. Desde ese momento hasta el final, lo único destacado del partido fueron las payasadas de Deyverson, qué gran actor, y la impotencia rojiblanca. Muniain, que cogió el testigo de un Beñat excelso en la primera parte y abrumado en la segunda, se empeñó demasiadas veces en la individualidad, pero tal vez era lo único que podía hacer ante la pasividad de sus compañeros.

Dicen que el Alavés se tomó la revancha de lo que sucedió hace dos décadas, No creo. Simplemente ganó un partido que hubiera sido muy distinto si los delanteros del Athletic hubieran estado a la altura en la primera parte.


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