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TOUR DE FRANCIA 2017 A tres días del comienzo 

CRÓNICAS

DE TRES

​DÉCADAS

Garate recibe un empujón durante la ascensión a Ax 3 Domaines.

TOUR DE FRANCE

Garate, con la boca abierta

2005, 14ª etapa 16 de julio ADGE/AX 3 DOMAINES. Ganador: Georg Totschnig 

Juanma Gárate atraviesa la línea de llegada. El sudor le envuelve, inunda su maillot de campeón de España. Los brazos tostados, las piernas afeitadas. Moreno agromán, de ciclista. Hasta que los corredores lleven los maillots de la fibra que ha inventado la firma Basf, que permite que la atraviesen los rayos solares, seguirá siendo así. Se pone en brazos de los asistentes. Está vencido, muerto, sin fuerzas: «Me ha pillado un melocotón impresionante en la subida. Casi no llego».

 

Se metió en la escapada que culminó Totsching, el austriaco que acabó tumbado en el suelo, llorando de felicidad tras ganar la etapa. Minutos antes, Gárate subía el puerto. Boqueando, respirando el aire caliente, escuchando un zumbido que no era otra cosa que los gritos de ánimo de los aficionados apostados en las cunetas.Cuando un corredor apura sus últimas fuerzas, casi no oye, casi no ve. La pájara le envuelve. Se marea. Mira hacia adelante buscando el final de la cuesta que parece no llegar nunca, luego agacha la mirada hacia su propio tubular. Lo ve girar, monótono, sin parar nunca, siguiendo una línea imaginaria, dando tumbos, a veces, de un lado a otro de la calzada cuando los porcentajes se hacen imposibles y las piernas duelen después de tanto Tour.

 

Pero a unos cuantos kilómetros para la meta escuchó a las motos que le adelantaban. Sabía lo que eso significaba. Llegaban otros ciclistas desde atrás. Un ratito antes se había parado a un lado de la calzada el coche de su equipo. Eran Armstrong, Ullrich y Basso. Le dio tiempo a mirarles de reojo mientras le adelantaban y se oía el racarraca de las cadenas y el bufido de sus respiraciones.Se fijó en un detalle. Lo relata en la meta: «¡Iban con la boca cerrada!».

 

Gárate buscando aire con todas sus fuerzas, los dueños del Tour respirando aún con la nariz, pedaleando a un ritmo imposible. Así llevaban 38 kilómetros. Desde Pailheres, cuando se precipitaron los acontecimientos, el momento en el que comenzó la batalla que desnudó a los más débiles y encumbró al más fuerte, a Armstrong. Hasta ese instante era una etapa de libro, de las que figuran en el manual de instrucciones del Discovery Channel. Página 35, apartado 3. No, ése no, que es la contrarreloj por equipos. Aquí.Esta sí. Etapas de montaña. Forma de comportarse.

 

«Se pone en marcha la máquina de picar carne durante toda la ascensión hasta que el solomillo quede hecho pedazos pequeños. Se sazona y se come. Crudo». Algo así. Los lugartenientes de Armstrong, en fila india, con el jersey amarillo dirigiendo las operaciones desde atrás. Ahora un poco más rápido, ahora más fuerte, ahora respirar. Pero a velocidades casi imposibles. Hincapie, Rubiera, Azevedo, Savoldelli. Todo en orden. Turnos rotatorios, para llegar frescos, –¿frescos?– a la ascensión final de AX3 Domaines, un puerto con poco pedigrí. Sin la historia que tienen el Aubisque, el Tourmalet, el Aspin.

 

De repente, la revolución alemana se pone en marcha, y la encabeza un kazajo, Vinokourov, el más valiente del Tour. Y el más inexpresivo. Con el maillot de campeón de su país abierto, faldones volando al viento, la mirada intensa de esos ojos extremadamente claros.Demasiado fríos. 200 metros de aceleración y le siguen dos compañeros, Klöden y Ullrich. Zafarrancho de combate. Salta Mancebo, salta Rasmussen, salta Leipheimer, salta Basso, salta Landis. También tiene que saltar Armstrong, mientras sus lugartenientes se lanzan miradas de pánico, con las piernas bloqueadas.

 

Tenían que subir a su ritmo. No esperaban sorpresas tan pronto. Armstrong se queda solo, y falta un mundo, atención. Tiene a tres T-Mobile, y más amenazas. De momento, aguanta. Pero otra vez recibe una andanada. Vinokourov se diluye cuando Ullrich se lanza con el cuchillo entre los dientes. ¿Duda Lance? Al menos espera. Reaccionan los importantes, el líder se queda unos metros por detrás. Analiza la situación o recobra el resuello, tal vez las dos cosas. Sí, las dos, porque de repente se levanta sobre el sillín, pone el molinillo en marcha y llega a la altura de Ullrich, de Basso, les mira a la cara. El italiano lo intenta un par de veces. Después se sienta.

 

Quedan ocho kilómetros Pailheres. Si el boss no dispone otra cosa, la etapa se ha acabado. Acabada, sí, a 30 kilómetros de la meta. Con Totsching por delante, cada vez con menos fuerzas, pero con distancia suficiente. Detrás un ramillete de deshauciados, entre ellos Gárate, con la boca abierta, al que los principales le pasan con la boca cerrada.Todos al ritmo que ordena Armstrong, buscando un lugar en el podio, con Mancebo retorciéndose y enseñando los dientes y tirando de Rasmussen. Ullrich y Basso, escoltando al jefe, la estampa de casi siempre con diferentes protagonistas secundarios, tal vez temerosos del último ataque de furia del superhombre de la década. Esta vez no quiso. Tal vez no pudo. Sólo en los últimos metros, en busca del segundo puesto. Con el equipo perdido, pero sin pasar apuros.Todo, en el día del 41 cumpleaños de Miguel Indurain. Qué tío. Qué recuerdos.

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