TOUR DE FRANCIA 2017 16 de julio 15ª etapa Laissac-Le Puy en Velay / 189,5 kms.
LA CARRERA
Chris Froome entra en la meta de Le Puy en Velay por detrás de Simon Yates. ©ASO
Más trabajo del previsto
El AG2R castiga a Froome, que tiene que esforzarse para conservar el jersey amarillo
CHRIS FROOME
"Tenía la rueda trasera rota. Ha sido un momento de estrés, pensaba que no podría llegar a la cabeza de carrera".
MIKEL LANDA
"Tuvimos un problema y los resolvimos bien. Tuve que ayudar a Froome porque me lo pidió el equipo"
Entre los ciudadanos ilustres de Le Puy en Velay figura Pierre Chany, que fue ciclista aficionado, miembro de la Resistencia y después periodista en L´Equipe y cronista del Tour en 49 ediciones. Su libro, "La fabulosa historia del Tour de Francia", tiene casi mil páginas y es la biblia de la carrera. Allí se puede encontrar todo lo que ocurrió desde 1903, el año de la creación del Tour, hasta las últimas ediciones, porque tras la muerte de Chany, le cogió el relevo Thierry Cazeneuve, también cronista del Tour y durante muchos años, organizador del Dauphiné, cuando llevaba el apellido Libéré y estaba financiado por el periódico del mismo nombre en la región del Delfinato.
Chany llevó a cabo una recopilación espectacular de datos y acontecimientos de la carrera, muchos de los cuales ya los había reflejado en sus magníficas crónicas y , probablemente, al comenzar la tarea no se percató de que iba a tener mucho más trabajo del previsto.
Como Froome camino de la región en la que nació Chany, mientras cabalgaba por caminos sinuosos, entre el verdor de los bosques, los campos de cebada recogidos, las performances de los pueblos que el helicóptero del Tour enfoca con puntualidad y los monumentos arquitectónicos de las colinas y los valles. Froome no se imaginaba tanto trabajo, otra vez vestido de amarillo, o por lo menos no lo esperaba tan pronto, porque sí se había dado cuenta de que Bardet llevaba a su Ag2R en formación militar.
Probablemente, el francés tenía otros planes, pero los modificó sobre la marcha, cuando a 40 kilómetros de la meta, mientras descendía al llano para comenzar enseguida la ascensión al col de Peyra Taillade, observó como Froome se paraba en la cuneta. El británico experimentó esa molesta sensación de sentir una avería en su bicicleta cuando la carrera ya está lanzada, un lance de la competición que cuando se es líder y hay que conservar la plaza, fastidia más.
Fue un instante. La rueda rota y el comienzo del trabajo del Ag2R para distanciar al líder, que se vio muy solo durante algunos instantes, hasta que sus compañeros, –Henao el primero–, fueron esperándole para llevarle hacia adelante. Bardet, Aru y el resto de los favoritos no escatimaron ningún esfuerzo.
El ritmo se convirtió en infernal. Al comienzo de la ascensión, la diferencia era de casi 50 segundos. Froome penaba, intentando restar segundos, mientras los aficionados franceses le abucheaban por el estrecho sendero del puerto de primera, inédito en el Tour, tan duro como comentaban.
Entonces apareció Mikel Nieve. El navarro es un doméstico de oro molido. Se puso a tirar de su jefe y la ventaja se fue diluyendo a cada pedalada, aunque el ejercicio se les antojara desesperante porque no paraban de adelantar grupos sin llegar al que les interesaba.
Por la ruta encontraron, entre otros, a Nairo Quintana, que posiblemente ya dice definitivamente adiós al Tour que ha querido ganar pese a sus fuerzas justas. Cuando Nieve reventó, Froome tuvo que hacer el camino solo hasta que encontró a Mikel Landa, que se había descolgado del grupo de favoritos. El alavés le acompañó hasta la cabeza. Da la sensación de que es uno de los ciclistas más fuertes del Tour y que sólo la disciplina de equipo le impide pelear por el maillot amarillo. Hablaban luego por el camino, juntando sus bicicletas, como transmitiéndose un secreto.
El calentón de Froome fue de cuidado. Antes no le pasaban estas cosas, si se exceptúa su carrera a pie en el Mont Ventoux. En quince etapas ha tenido que sortear bastantes obstáculos y aún así es el líder, aunque en la historia del Tour nunca había sucedido que a estas alturas, cuatro ciclistas estuvieran separadoa por sólo 29 segundos, cuando aún quedan las etapas más duras de los Alpes por disputar.
Pierre Chany tendría para rellena más páginas de su fabulosa historia del Tour, repleta de gestas, de emboscadas y hasta de traiciones, que en cada etapa deja algún detalle. Por eso en la mejor carrera del mundo. En Puy en Velay, al pie de la roca que alberga la iglesia de San Miguel, construida sobre un volcán en el año 961, la etapa la ganó el neerlandés Bauke Mollema, el compañero de equipo de Alberto Contador, que se metió en una escapada que llegó a tener diez minutos de ventaja, reducidos, sobre todo, por el pinchazo de Froome y el acelerón de Bardet.
En el top ten, las únicas incidencias son la desaparación de Nairo Quintana, que llegó a más de cuatro minutos de los favoritos, y el avance del irlandés Daniel Martin, un coloso que lo intenta cada día. Arañó unos cuantos segundos y superó en la General a Mikel Landa, atado por sus compromisos, pese a que Froome aún desconfía.