Inaceptable
El Valencia ganó la Liga en la temporada 2000/01, de la mano de Rafa Benítez. Tres años más tarde, el 23 de mayo de 2004, volvió a ganarla. Apenas cuatro días antes, el 19 de mayo, había conseguido la Copa de la UEFA frente al Olympique de Marsella. Unos meses más tarde, y concretamente el 10 de septiembre, me dejé caer por Valencia. Seguía la Vuelta a España y ese día terminó allí la etapa que llegaba de Castellón. Al día siguiente se corría una contrarreloj en Almusafes, por lo que pasé dos noches en un hotel de la capital levantina. En esa fecha, la Liga sólo había consumido dos jornadas. En la primera, el Valencia le ganó con apuros al Villarreal por 2-1; en la segunda, que se jugó justo el día 11, el de la contrarreloj, el equipo de Benítez jugó en San Mamés y empató a dos. Esa noche me fui a cenar lejos del hotel, a casa de Salva Torres, del Athletic de toda la vida, ex compañero de trabajo, amigo desde chaval en Algorta y residente en Valencia, así que cogí un taxi a la ida y otro a la vuelta, para no perderme en unas calles que no conocía. Los dos taxistas eran futboleros, y del Valencia. En los dos trayectos, despotricaron del equipo, de los jugadores y del entrenador. Pusieron a caldo a la directiva, afirmaron que todo en el club era un asco y que con un empate así no podían ir a ningún sitio.
Dos partidos, una victoria en casa y un empate fuera, tres meses después de ganar la Liga y la UEFA, y la exigencia de los taxistas, y por lo que me dijo Salva, de toda la afición del Valencia, era máxima. Todo los parecía poco.
Vean y comparen, y si encuentran algo parecido en Bilbao, díganlo, porque he tenido que leer algún tuit en el que se decía que la afición del Athletic se está "mestallizando", un gerundio ocurrente pero totalmente falso.
Imagínense la escena y al Athletic ganando un par de títulos; y el comienzo de la siguiente temporada con cuatro puntos en dos partidos. San Mamés sería el patio de las maravillas; el entrenador entraría al campo bajo palio y los jugadores subidos a la antigua silla gestatoria desde la que saludaban los Papas hasta el Concilio Vaticano. Se habrían convertido en semidioses. Los aficionados habríamos rentabilizado la Liga y la UEFA durante un par de temporadas. ¿San Mamés se está mestallizando? ¿Recuerda alguien la última pañolada en la Catedral? Yo sí. Fue con el equipo en barrena, y le costó el cargo al presidente Fernando Lamikiz, que tuvo que dimitir. Ese año el Athletic se salvó en el segundo tiempo del último partido, frente al Levante. ¿Mestallizando? Desde esa temporada nefasta todo han sido pájaros, flores y poesía, se jugara bien, regular y mal. Tal vez por el susto del posible descenso, las cuatro temporadas de Caparrós, las dos de Bielsa y las cuatro de Valverde han sido un balneario para jugadores y técnicos. Y cuando pasa eso, la exigencia del público decae, y la autoexigencia de los futbolistas se hace laxa, se relaja.
Así que resultan inaceptables las declaraciones de Iker Muniain en las que dice que hay gente que sólo ve el vaso medio vacío, y que sólo se destacan las cosas malas. ¿Y qué quería después de un fiasco de proporciones descomunales como el de Nicosia?, ¿esperaba elogios y parabienes tras formar parte del desastre y el ridículo de un equipo incapaz de eliminar a un rival de tercera fila? El departamento de comunicación del Athletic, que tan atento está a otros asuntos, debería aconsejar a algunos futbolistas que no es conveniente decir según qué cosas en según qué momentos. Regresan ahora las palabras del propio Muniain cuando hace un mes, sin atisbo de autocrítica y escasa ambición le dio un notable al equipo y se dio otro notable a si mismo. Pero ahora, como tal vez otros millonarios prematuros como él, se siente molesto por las críticas. "No se habla de lo que ganamos en casa, donde hemos ganado muchos partidos, pero hay que vivir con esto. No queda otra". ¡Qué peso más grande le cae encima! Tiene que vivir con esa carga. No la de decepcionar a toda la afición del Athletic, no, sino la de que se les critique por ello.
Es una pena que las modernidades del fútbol hayan propiciado que los dos equipos salten juntos al campo. Hace unas décadas, cada uno salía por su cuenta. En San Mamés por las esquinas de la tribuna principal. Y si el partido anterior había sido malo, la pitada cuando los jugadores del Athletic se asomaban por el túnel, solían ser espectaculares. Así que si el domingo hay pitada o desaprobación, subirán el volumen de la megafonía, el himno lo tapará todo, y con los minutos, ese San Mamés que se está mestallizando, volverá a jalear un despeje a la grada o una carrera demagógica sin posibilidades de llegar al balón. Y todos tan contentos.