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El efecto dominó


Creo que resultaría ridículo explicar en estas líneas el efecto dominó, porque cualquier lector avezado sabe en qué consiste, y por supuesto, tengo el convencimiento de que los lectores de estas reflexiones están por encima de la media, pero tal vez sí venga a cuento encuadrarlo en la situación del Athletic. Vayamos al sábado pasado: el equipo rojiblanco, frente al Deportivo, dejó pasar 70 minutos como si tal cosa. Con el marcador en contra, ante un rival de la zona baja, tuvo que pelear para revertir la situación. En un contexto normal, con un resultado holgado a favor, es fácil dormir el partido y hacer los cambios necesarios como para reservar a los jugadores con más kilómetros en sus piernas. Pero no. Los cambios fueron obligadísimos para evitar una derrota en casa y llevarse los tres puntos, algo que el Athletic consiguió sobre la bocina.

¿Qué pasó de cara al partido del jueves contra el Apoel?, que no es lo mismo salir fresco del todo que fresco en parte; que los kilómetros se van acumulando en las piernas, y tal vez esa circunstancia no se notó ante los chipriotas, pero los esfuerzos pasan factura. Primero fue remontar, luego tratar de ampliar diferencias en el marcador, pero como no sucedió eso y el gol del Apoel estrechó la ventaja hasta la mínima expresión, a Valverde no le quedó más remedio que pensar en Valencia y en Nicosia a la vez, y hacer equilibrios. Porque tan importante es un partido como otro, y el caso es que el de la Europa League no tiene vuelta atrás, ni hay posibilidad de rectificación, así que decidió darle más importancia. Alineó un equipo B, como tantas otras veces, y como en casi todas esas ocasiones, fracasó. Está claro que el fondo de armario del Athletic anda escaso, que los suplentes no rinden como los titulares, y que hay una serie de circunstancias que darían para escribir una serie de misterio. Por ejemplo, para tratar de explicar la ausencia desde hace algún tiempo de Mikel Rico, o la ciclotimia de Ander Iturraspe, que lo mismo rinde a buen nivel que se pone a temperatura bajo cero en el campo. En Mestalla fue un ejemplo de lo último. Falto de intensidad, pensando a veces que no hay rivales en el campo, se dejó comer por la agresividad de los jugadores locales, que le robaron varios balones comprometidos en su zona, en la que un error se convierte en una ocasión. La primera vez fue gol. Perdió la pelota, contragolpeó el Valencia y marcó Nani, que no lo hacía desde noviembre.

Poco después se lesionó Laporte, uno de los titulares que jugó ante el Valencia, y Valverde perdió una baza en la ronda de sustituciones. El efecto dominó proseguía inexorable. El buen comienzo rojiblanco, con una clara ocasión de Lekue, se fue al traste con esas dos circunstancias. La cuestión se agravó aún más en el último minuto de la primera parte. Esta vez fue Zaza –su primer gol en el Valencia, ya es casualidad–, el que agradeció el regalo de De Marcos, que pidió fuera de juego cuando era él quien lo desbarataba. Si la intención era limitar los daños e hincar el diente al partido en la segunda mitad, todo se ponía más cuesta arriba.

Allí sólo carburaba Muniain, y le echaba algo de corazón Raúl García, por lo que Valverde tuvo que echar mano de dos titulares, Aduriz y Williams, que no pudieron tener un descanso completo. Levantar un 2-0 es ya un trabajo complejo, en el que se necesitan especialistas. Desterró al borroso Iturraspe al banquillo, junto a Lekue, y arriesgó con un cambio de estrategia que no pudo salir peor, porque a los pocos minutos, Aduriz pidió parar el partido. Allí, de pie junto al área, le dijo al árbitro que no podía seguir y pasito a pasito, se retiró del campo entre la ovación de Mestalla, a medias entre el agradecimiento por su trabajo pasado para el Valencia y por el alivio de verle fuera del campo. Sin expulsión de por medio, el Athletic tuvo que jugar media hora con diez, y fue su mejor media hora, entre otras cosas porque el Valencia no da para mucho más y con el 2-0 levantó el pie del acelerador.

Así que el efecto dominó, que comenzó a desarrollarse en el partido contra el Deportivo, o quizás tal vez mucho antes, sigue tumbando piezas y estropeando planes. Claro que lo de Mestalla no fue muy diferente a lo que ha sucedido en bastantes campos lejos de San Mamés. El Athletic lleva cuatro partidos sin marcar fuera de casa y su cifra de goles a domicilio (7), no es para echar cohetes. Resucitar al Valencia, que sólo había ganado dos partidos en su campo, no es algo para ir pregonando por ahí. Lo peor es que el efecto dominó se extienda a Nicosia. Entonces sería letal.


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