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Perdón imperdonable


El Friends Arena de Solna, donde se jugará la final de la Europa League, queda muy cerca del solar en el que se levantó el mítico estadio Rasunda, sede de la final de la Copa del Mundo de Suecia, un partido al que sólo un bilbaíno estuvo atento. se llamaba Juanito Gardeazabal y actuaba de juez de línea en el choque por la copa Jules Rimet entre el anfitrión, Suecia, y el Brasil del primer Pelé, que por supuesto ganó. A nadie más en el Botxo le interesó aquel partido, porque a la misma hora estaban todos pendientes de la radio y del Real Madrid-Athletic del Bernabéu, en aquella inolvidable final de los once aldeanos. Así que las diabluras de Garrincha o la fantasía de Pelé apenas tuvo eco en una ciudad pendiente de Arteche, Gainza, Koldo Aguirre o Uribe, que doblegaron al campeón de Europa.

Sin embargo, en estos días Solna se ha puesto de moda en Bilbao. Con el regreso de la Europa League ya hay quien piensa en reservar su billete de avión para viajar a Estocolmo con el Athletic, sin tener en cuenta de que todavía, y en el mejor de los casos, quedan siete partidos por jugar, y en el peor, apenas uno, porque lo que se podía esperar frente a un rival menor como el Apoel, en el que parte de su hinchada es el aspecto más temible, se convirtió al final de los 90 minutos en un resultado inesperado, apretado y que obliga a salir en Nicosia con armas y pertrechos, sin ninguna concesión en la alineación y con todas las alarmas encendidas.

El perdón que otorgó el Athletic al equipo chipriota es imperdonable. El Apoel es un equipo infinitamente peor que el rojiblanco, y los hechos lo demostraron durante los 94 minutos que duró el partido. Se refleja todo en unas estadísticas demoledoras. 22 disparos rojiblancos por tres del visitante, pero esos números se traducen en tres goles locales y dos visitantes, además de que el otro disparo se encontró primero con Iraizoz y después con el poste.

Así que discrepo de quienes hablan de un gran Athletic con poca fortuna. El Athletic fue superior, claro. Y mucho, pero no hizo un gran partido, porque si con 22 disparos a puerta sólo marcas dos y además te dejas sorprender en todas las llegadas del contrario, hay que empezar a reflexionar. Los datos hablan de una defensa despistada y un ataque aturullado; de que el conjunto de Valverde quería meter el quinto antes del cuarto, de que los centros de Williams se fueron al limbo. De que los de De Marcos se estrellaron siempre en el rival; de que Beñat no está ni para dirigir al equipo, porque ha vuelto a los niveles de hace tres años, ni para sacar los córners. De que Raúl García pierde demasiadas energías protestando, hasta en las faltas a favor, o simulando recibir golpes. De que el que más entusiasmo le pone a la tarea, Iker Muniain, tiene que hacer muchas veces la guerra por su cuenta y abandonar la banda donde está exiliado, porque rinde mejor en el medio del ataque. Por no hablar de las ocurrencias de los cambios, la salida de Iturraspe, cuando el que debía irse era Beñat –que además la lio en el segundo gol del Apoel–, o la entrada de Lekue, que no aportó nada ni en defensa ni en ataque.

En fin, que el Athletic no tuvo suerte, pero la suerte hay que buscársela, y más ante un rival agotado en el minuto 65, que dejaba agujeros negros en el centro del campo y la defensa, y que se va a Nicosia con un resultado que nadie podía imaginar unos minutos antes del segundo gol, cuando su entrenador, Christiansen, aquel chaval rubio al que Clemente convocó con la selección española cuando jugaba en el Barça B, quitó a su delantero para sacar un central. La gente pedía "beste bat", y llegó, pero no en la portería que se esperaba.

En fin, esperemos que el gol del doble rebote de Balenziaga, el de

Aduriz y el de Williams sean suficientes como para meter al Athletic en octavos. Por equipo y potencial, debería pasar la eliminatoria, e incluso ganar con facilidad en Nicosia, para abrir más el camino hacia el Friends Arena de Solna, pero la trayectoria rojiblanca fuera de casa habla de un equipo gris, poco intenso e ineficaz. En un campo caliente como se espera, los hombres de Valverde tendrán que cambiar su actitud.


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