A vueltas con la final (2)
Josean Querejeta nació en Gipuzkoa, pero está asimilado como un vitoriano más. Jugó en el Atlético San Sebastián antes de fichar por el Baskonia, pero después voló al Real Madrid, a un poderoso Joventut y finalmente al CAI Zaragoza antes de regresar a Vitoria y ponerse al mando del emblemático club de baloncesto de la capital de Euskadi. Desde el primer momento supo que tendría que pelear como un jabato para hacerse un hueco, y no sólo en la liga española sino en el básket vasco. Que eran muchos los llamados y pocos los elegidos y que, en definitiva, y ya que utilizo frases bíblicas, no había nadie que hiciera milagros con los panes y los peces a repartir. Vamos, que tendría que arañar cada patrocinador, cada subvención, y arañar incluso a los vecinos de Bilbao y San Sebastián, a los que no podía permitir alcanzar su nivel. Y hay que reconocer que fue el más listo, el que supo negociar mejor el trozo de tarta, maquinar en los despachos y trabajar en las alcantarillas.
Hace tres años irrumpió en el fútbol. Se convirtió en el salvador del Deportivo Alavés, así, literalmente. El club vitoriano había sido objeto de saqueo por parte de un personaje deleznable llamado Dmytri Piterman, que tenía como abogado al presidente de la LFP Javier Tebas. Dios los cría... No había quedado piedra sobre piedra en el Alavés pese a la buena voluntad de los gestores posteriores a Piterman, hasta que llegó Querejeta del baloncesto y, después de muchos estudios para comprobar si el club aún podía salvarse del desastre, decidió tomar las riendas. Le fue bien, en todos los sentidos, porque el equipo ascendió a Primera División y eso suponía, además de que Vitoria volviera a la elite, que el proyecto Baskonia pudiera seguir adelante. Los millones de la televisión también pueden servir para reflotar el baloncesto. Además, con un equipo muy bien estructurado en el terreno de juego, por un entrenador sensato, Mauricio Pellegrino, que conoce los puntos fuertes y las limitaciones de su equipo, ha conseguido algo que nunca en la historia del Deportivo Alavés había sucedido: jugar una final de Copa, es decir, disputarle al FC Barcelona el título de campeón de España. Y en el Camp Nou no estarán muy felices de enfrentarse a un equipo que les ganó a domicilio en la Liga.
Pero en esto, Querejeta, que como apunté en mi anterior comentario, expresó legítimamente su deseo de que la final se jugara en San Mamés, ha empezado a pasarse de frenada y, como en el baloncesto, está intentando arrollar al vecino para abrirse hueco. Claro que el Athletic, una entidad poderosa, con 44.000 socios, con 35 títulos oficiales y 86 temporadas en Primera División, no es un adversario endeble, como lo fueron en su día el Cajabilbao o el Gipuzkoa Basket, y las andanadas de Querejeta son como las acometidas de un corzo contra un elefante.
El jefe del Alavés, que no presidente, se ha saltado la línea continua al insistir sobre San Mamés, con el que tiene una obsesión de hacérsela mirar. El año pasado, en Vitoria ya protestaron por el traslado del partido Bilbao Athletic-Alavés a Lasesarre. Incluso las peñas, instigadas por no se sabe quién, decidieron quedarse fuera del campo baracaldés, en rebeldía por la decisión del Athletic, que no podía hacer otra cosa si quería que la Liga comenzara la temporada siguiente sin andamios en el césped. Muchos, y entre ellos bastantes periodistas, no entendieron que la obra debía hacerse sí o sí en esas fechas.
Como tampoco entienden ahora que un concierto programado desde hace meses en el césped de San Mamés, les estropee la ocasión de jugar la final en Bilbao. Es una lástima, sí, pero San Mames Barria firmó un contrato, cuando el Alavés aún no se había clasificado para la final, que debe cumplir, y la fecha de la final impide que se dispute en Bilbao, como así lo aclara la nota informativa de la entidad, que destila cierta ironía cuando apunta que "de no haber mediado esta necesidad, las entidades que integran San Mames Barria habrían analizado con entusiasmo la petición que nos cursa el Deportivo Alavés, ilusionadas ante la posibilidad de que Bilbao y San Mamés acogieran a miles de aficionados alavesistas llegados desde Vitoria-Gasteiz y desde toda Araba para asistir a la primera final de Copa del Deportivo Alavés en su ya casi centenaria historia".
Vamos, que para ser su primera final están dando bastante guerra. Ya es la segunda polémica con el Athletic esta temporada y la tercera en pocos años. Primero fue la ruptura de relaciones; después, el precio de las entradas de San Mamés, que desde Mendizorroza y sus voceros afines quisieron alimentar. Ahora, la polémica copera.
Y lo que es peor: al Athletic le caen de todos los lados en las finales de Copa. Que si los baños del Bernabéu de Florentino, que si los pitidos al himno en las últimas apariciones, que si las multas sin sentido de Ana Botella, que si las injerencias políticas para pedir o no pedir ser sede. Y ahora, cuando el equipo rojiblanco no la juega, de nuevo metido en una polémica artificial que desde luego, no se ha creado en Bilbao.