A vueltas con la final
La semana pasada entré, por curiosidad, a la iglesia de San Juan el Real de Oviedo. Lo hice porque, paseando por el centro de la capital de Asturias, un amable vecino, al que le pregunté por una dirección, me señaló el templo y me dijo: "Aquí se casó Franco, al que los ovetenses llamaban el comandantín, porque era militar y pequeño". La curiosidad me llevó al interior del recinto, aunque salí espantado porque a los lados, en dos capillas, se agolpaban centenares de nichos mortuorios, repletos de urnas con cenizas. Será porque prefiero el orden, y los muertos en el cementerio. No me gustó nada. Ya sé que en muchas iglesias hay enterramientos, pero suelen ser de hace siglos, y las de San Juan el Real son actuales.
Me fui, pero me acordé de la pareja Francisco Franco-Carmen Polo y me invadió la nostalgia, pero no piensen mal. No recordé al dictador y familia por nada más que las finales de Copa que ganó el Athletic, que durante muchos años de su infame gobierno, tuvo que humillarse con aquel cambio de nombre a Atlético de Bilbao que ningún rojiblanco aceptó con gusto.
El Athletic fue el rey de copas durante varias décadas. El equipo rojiblanco, por su potencial, acudía a su cita con el título de campeón de España de forma regular. Dicen que en una de aquellas finales en las que presidían el general Franco y su mujer, Cármen Polo, el caudillo le dijo a Gainza. "Hasta el año que viene". O que Gainza se lo dijo a Franco, quién sabe. Incluso es posible que la anécdota sea falsa, pero desde luego resulta verosimil.
Franco le entregó la Copa a Gainza tres veces, en 1955, 1956 y 1958; a Oceja una vez en 1943, a Panizo en 1950, a Echebarria en 1969 y a Iñaki Sáez en 1973. Las otras dos veces que el Athletic ganó en tiempos de dictadura franquista, la copa la entregó el general Moscardó, que era Delegado Nacional de Deportes. Una la recibió Oceja, en 1944 y la otra Bertol en 1945. Las dos se jugaron en Barcelona. A Franco no le gustaba salir de Madrid.
Hubo otra Copa, la de 1923, que también se jugó en plena dictadura, la de Primo de Rivera. En ningún periódico de los que he consultado consta quién la entregó. Se supone que la recibió Carmelo Goyenechea, que era el capitán de aquel equipo con mister Pentland. En realidad, el Athletic ha ganado más trofeos en democracia que en dictadura (14 copas por 10, 6 ligas por 2).
Ahora está la Copa por medio después de que las semifinales hayan deparado un duelo inédito entre Barcelona y Alavés, entre otras cosas porque el equipo vitoriano llega por primera vez la final después de casi un siglo de existencia. Y con la final de Copa llega también el eterno debate sobre su sede. Joxean Querejeta, el factótum del equipo vitoriano, y al que los aficionados al deporte de su ciudad deberían levantarle un monumento, dice que le gustaría jugar en San Mamés, un campo cercano, cómodo y con espacio suficiente.
Sin embargo va a ser complicado. Si en la que fue sede natural de la final durante muchos años, el estadio Bernabéu, Florentino Pérez impuso un veto al Barcelona para evitar celebraciones del gran enemigo, en San Mamés, las motivaciones son diferentes, hay un concierto programado desde mucho antes, pero hay otras razones que se esgrimen y que, a mi entender, son tan reprobables como las que sin aducir, aduce el presidente del Real Madrid. Son razones políticas las que impedirán que la final se juegue en Bilbao en los próximos años si se plantea esa posibilidad. Y no me refiero sólo a la decisión de las Juntas Generales de Bizkaia en las que se rechazó una moción del PP para solicitar ese partido, sino a la moción misma. Lo que debería ser una decisión natural, tomada por los responsables del campo y basada sólo en cuestiones deportivas o de infraestructura, se politizó desde el momento en que el Partido Popular pidió "despolitizar y normalizar" este tipo de actos. Y por supuesto, desde que EH Bildu y Podemos expusieron sus argumentos arrimando el ascua a la sardina que les conviene.
Los políticos saben que el fútbol atrae la atención. Lo descubrió enseguida aquel tal Maneiro que hizo el ridículo pidiendo un precio de mercado para el alquiler de San Mamés, sin caer en la cuenta de que el Athletic es el club de Europa que más paga como inquilino de un campo, y que el siguiente, el Zaragoza, abona una tercera parte, pero además, sólo desde hace un par de años, cuando La Romareda está a punto de cumplir sesenta. Además, ¿que es un precio de mercado? Porque, que yo sepa, el mercado se basa en la oferta y la demanda, y no veo ningún club en Bizkaia, aparte del Athletic, dispuesto a pagar medio millón de euros al año por alquilar un campo. También saben lo rentable que es politizar el fútbol, quienes desde sus cargos políticos azuzaron al club rojiblanco con motivo de la polémica artificial sobre la gabarra y el equipo femenino.
Posiblemente este año estemos ante un debate baladí, por el concierto y porque la Federación prefiere una final en el Calderón ya que es su último año (aunque en 2009 dijeron lo mismo de Mestalla), pero deberían ser los aficionados quienes desautorizaran a los políticos cuando plantean este tipo de cuestiones. Si se juega en San Mamés, bien; si no se juega, también, pero que sea el fútbol el que lo decida, y no los bandos y las ideologías. Hace bien Querejeta en pedir San Mamés, porque sólo aplica una lógica deportiva y piensa en sus aficionados y no en política. Hará bien San Mamés Barria si decide aceptar o negarse en el futuro si es por cuestiones deportivas o logísticas. Por cualquier otra cosa sería enmierdar el fútbol.