Empates y empates
Hace unos meses, cuando Carlos Gurpegui anunció su retirada del fútbol, llamé por teléfono a Luis Bonini, el segundo de Marcelo Bielsa, que sigue en la brecha pero ya definitivamente separado del Loco que durante algunos meses hizo soñar a la hinchada del Athletic. Hablamos durante un rato del capitán y de lo que suponía su retirada. Al finalizar me dio un recado: "Si ve a De Marcos, dígale que ya sé por qué tantas lesiones en los últimos meses: se está haciendo viejo". Era una broma, claro, para un discípulo leal y disciplinado, por el que el preparador físico argentino tenía debilidad. "Dígale también que si quiere, puede venirse a Chile, que yo le haré la recuperación y le dejaré como una rosa".
No hizo falta. De Marcos volvió, como ha hecho de nuevo tras el periodo de parón más largo de su carrera. Y no es porque se esté haciendo viejo. Marcó, frente al Atlético de Madrid, un gol inusual en él, aunque solo por el hecho de obtenerlo de cabeza, en una suerte que no es su punto fuerte precisamente. La otra característica del tanto que puso al Athletic por delante fue la que siempre se espera en De Marcos: que aparezca por donde nadie le espera, lo que parece un contradicción en la forma de expresarlo, pero no lo es, porque una de las grandes cualidades del jugador rojiblanco es la tratar de estar en todas partes. Otra de esas cualidades es el dinamismo que contagia al resto del equipo y que ayer volvió a ofrecer a raudales en San Mamés. Si el sábado anterior en Leganés, la buena noticia era su regreso a la competición, la del partido frente al Atlético fue que completó los 90 minutos y que volvió a aportar su forma de jugar y en esta ocasión, hasta su gol.
Pero ya que sale a colación el partido de Butarque, sigamos con las comparaciones. Tanto en Leganés como en San Mamés el Athletic consiguió el mismo botín, un punto. Pero no parece que resulte necesario explicar que hay empates y empates. Que todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros. Y es que si en el sur de Madrid, el partido del Athletic fue lamentable, para olvidar, frente al Atlético, un conjunto poderoso aunque haya perdido algo de ese instinto asesino de los últimos años, los rojiblancos emplearon sus argumentos más convincentes al menos durante dos tercios del partido.
Y eso que a más de uno nos entraron las ganas de marcharnos de San Mamés cuando a los tres minutos, un centro chut de Koke en el que Iraizoz se quedó pasmado, entró en la portería después del amago de Griezmann, que no llegó a tocarla. Con el marcador en contra desde el inicio, frente al Atlético de Madrid, hay que tener las ideas muy claras para no sucumbir a sus letales respuestas. Y salvo en un contragolpe de Carrasco, que recibió un magnífico pase de Griezmann, el equipo de Simeone no se prodigó, aunque se sintiera cómodo en su papel, con una posesión ínfima pero tapando todos los espacios y convirtiendo las bandas rojiblancas en una trinchera. Era una guerra de posiciones. Allí no se movía nadie.
Pero claro, en cualquier momento puede caer un obús, y a veces lo hace en el momento oportuno. Fue ese en el que Williams tocó para Lekue, que se había ido al centro, desesperado en su banda, para que el interior del Athletic dibujara un ejercicio de manual dentro del área: regate y disparo, que se coló por la escuadra.
Lo mejor del asunto es que, pese a lo que dijera una hora después el marcador, allí nadie quería empatar. El Atlético para no descolgarse de la cabeza; el Athetic, para no descolgarse de los que no quieren descolgarse de la cabeza, así que cuando De Marcos remató el excelente servicio de Raúl García desde la derecha, Simeone sacó toda la artillería para darle la vuelta a la tortilla, y se vieron unos minutos de fútbol de verdad, con los dos equipos buscando su premio. El Athletic se defendía mejor que nunca, y gracias a Muniain, metía presión delante a su rival en las zonas calientes. Iturraspe dio su mejor versión en esa dicotomía doctor Jekyll, mister Hyde que por otra parte, es también una de las peculiaridades de este Athletic de Valverde al menos durante la presente temporada. Lástima que en una pérdida de balón en medio campo, cuando lo que tocaba era la serenidad, el Atlético jugó para Griezmann, pesadilla del Athletic, y el francés con el que soñaba Bielsa, se hizo él solito un aclarado que finalizó con un disparo desde fuera del área ajustado al poste, igualito al del año pasado en el Calderón. Estropeó la fiesta, claro que hay empates y empates.