Espectáculo deleznable
El viernes por la tarde me llevé una alegría. Sonó mi teléfono y vi en la pantalla que se trataba de una llamada desde Bornemouth, en Inglaterra. Era Angela Hilton, de soltera Angela Pentland, hija del mítico entrenador del Athletic. Tiene 92 años y mucho humor todavía. Trataba de disculparse: "Llevo 80 años sin hablar español", me decía. Pero todavía lo habla y lo entiende bien. Me dio las gracias por haberle enviado la biografía de su padre, y por haberle dedicado el libro. Le escribí: "Para el mejor entrenador del mundo en el mejor club del mundo". Me confesó que a su edad ya no podía leer, pero que le había dejado el ejemplar a un amigo de su nieto que habla español y le iba a contar lo que ponía. Hablamos un rato y se despidió con un "Adiós, señor". Yo le dije. "Agur" y entonces soltó una carcajada. "¡Eso! Agur, eta ondo pasa. No sé si lo digo bien, pero todavía me acuerdo un poco. Bat, bi, iru, lau..."
Mientras veía el partido del Athletic en Leganés me acordé de la conversación, y de los centenares de documentos que he tenido que revolver para escribir el libro. De las crónicas de aquellos tiempos de un Athletic ganador, y de lo duros que eran los periodistas es sus críticas. El equipo de Pentland ganó dos ligas y cuatro copas de manera consecutiva, y a pesar de ello, los análisis con los futbolistas no tenían piedad en la derrota o en el mal juego. Recuerdo especialmente dos. Una, la de un partido amistoso que el Athletic jugó en París. Unos días antes había ganado la Liga en Santander y tres semanas después iba a ganar la Copa. Los rojiblancos se desplazaron a la capital de Francia a jugar frente a la selección de aquel país. Empataron a uno y las crónicas no dejaban títere con cabeza. "Es con seguridad el peor partido del Athletic en todo el año". En Francia, sin embargo, los periódicos se congratulaban del resultado frente a un gran equipo.
Al año siguiente, con la Liga ya asegurada, el Athletic jugó el último partido del campeonato en San Mamés. Recibió el trofeo, saltó Pentland al campo a celebrarlo con los jugadores y se montó una fiesta. Sin embargo, las críticas al empate final hablaban de partido indigno, mal jugado y había quien sugería una multa a los jugadores que, por supuesto, ganaron la Copa unas semanas más tarde.
En estos tiempos, la complacencia es la tónica general. Después del partido de Butarque, que es de lo peorcito que se ha visto en tiempo, lloverán las críticas durante algunos días, pero como el temporal que se nos viene encima, amainará y se olvidará todo; y se aplaudirán los saques de banda y esas cosas.
El partido frente al Leganés fue deleznable de principio a fin, un despropósito total. El Athletic mereció perder sin paliativos, y no lo hizo porque su entusiasta y dinámico rival, desperdició más de media docena de ocasiones. Hasta Laporte tuvo una al estrellar un despeje en el poste.
La primera pesadilla fue Machís, el delantero venezolano que aún no ha marcado ni un gol en la Liga, y lo que te rondaré morena, viendo lo de Butarque. Tuvo cinco ocasiones claras de marcar y las mandó al limbo o se las desbarató Gorka, de lo más decente frente al Leganés junto a Raúl García y Balenziaga, que al menos le pusieron intensidad a su juego.
Era lo menos que se podía pedir al equipo, pero la mayoría de los jugadores no lo entendieron. Lekue, en la banda derecha, naufragó frente a Machís, que a los 50 segundos ya le había hecho un hijo de madera. El Leganés incidió por esa banda porque encontró un filón, prolongando balones desde el centro del campo donde nadie presionaba. Iturraspe y San José ni se enteraron en la primera parte. El segundo ya no apareció tras el descanso.
Que el Leganés le hiciera cinco ocasiones claras al Athletic en la primera mitad habla mucho del desequilibrio táctico del equipo rojiblanco que Valverde quiso evitar en la segunda mitad moviendo algunas piezas. Al equipo local se le cerraron algunas puertas pero aún así dispuso de varias ocasiones claras para desequilibrar el partido, la última ya en el descuento.
El Athletic lleva tiempo perdiendo peso específico. Podrá escudarse en los horarios, el partido del Camp Nou, el campo helado o la actuación arbitral, pero resulta alarmante comprobar como en estos momentos es muy difícil definir a qué juega el equipo. Ni siquiera el balón parado es una herramienta válida. Los córners del Athletic no llegan al área. El Leganés dio una lección en ese sentido.
Es cierto que la labor del árbitro no fue muy acertada; que anuló un gol legal a Raúl García en el minuto 5, que perdonó la segunda tarjeta amarilla a Víctor Díaz y que amonestó a Aduriz y Beñat en dos acciones en las que ni siquiera cometieron falta, pero habrá que pensar que Latre actuó por una especie de justicia divina. El Athletic no merecía, de ninguna forma, ganar el partido, y ni siquiera empatarlo. No se sabe cómo, pero lo hizo. Tal vez sea el momento para que Valverde llame a capítulo a sus hombres, que mande alguno al rincón de pensar y que le de alguna vuelta a sus métodos, porque no le están funcionando demasiado bien. Que tiene un equipo poderoso está claro, porque pese al mal juego sigue ahí; que es también un colectivo sin brújula, también. En tiempos de Pentland, un partido así hubiera provocado un motín entre la prensa, ahora nada. En los periódicos se olvidará pronto ek asunto; en la grada de San Mamés ya se ha olvidado. En el próximo partido se volverá a ovacionar el pelotazo a la tribuna que, pensándolo bien, no es un mal recurso cuando el juego está bajo cero.