El Casino de Santander
Ayer me llegó a casa el primer ejemplar de mi último libro, la biografía de Frederick Beaconsfield Pentland, un hombre que a cualquier seguidor del Athletic le tiene que sonar a la fuerza. Con él a los mandos, porque no se puede decir en el banquillo, el equipo rojiblanco alcanzó la excelencia: dos ligas, cinco copas y cinco campeonatos regionales. Las ligas y las cuatro últimas copas las ganó de forma consecutiva. Sigue siendo el entrenador del Athletic más laureado de la historia.
Digo que no se puede hablar de banquillo porque en aquellos tiempos no se estilaba. Pentland veía los partidos en la última fila de la vieja tribuna de madera de San Mamés, rodeado de espectadores y fumándose sus enormes puros habanos. No había nada que comunicar a los jugadores salvo antes del partido y en el descanso. De hecho, esa costumbre de que los técnicos vean el partido de pie, pegándose paseos por la banda, es muy moderna, apenas tiene 15 años. Antes se limitaban a pegar un par de gritos desde la casetilla que les servía de refugio. En tiempos de Pentland, ni eso.
Coincidió el libro con la visita del Racing a San Mamés en el trámite copero. Valverde no se fiaba ni un pelo y alineó lo mejor que tenía pese al resultado de la ida. Quería evitar cualquier amago de alcorconazo, que de hecho, se produjo en Cornellá. El Alcorcón la volvió a hacer y eliminó al Espanyol. El Athletic sigue sin encontrar su juego, pero no hay duda de que su pegada es muy superior a la del equipo cántabro y después de unos inicios dubitativos, marcó Etxeita para ir encarrilando una victoria que se confirmó en el comienzo de la segunda parte con un zarpazo seco de Raúl García y después con el gol a trompicones de Iñaki Williams. El Racing tuvo alguna opción en la primera mitad pero se diluyó en la segunda. Lo mejor, al margen del resultado, fue que San Mamés disfrutó de un buen ambiente. De Santander llegaron mil seguidores, algunos muy revoltosos, y de la parroquia rojiblanca se acercaron bastantes. No fue un lleno, ni mucho menos, pero la Catedral presentó un buen aspecto.
El Racing pelea ahora por la supervivencia, que depende en parte del ascenso a Segunda División. Su viabilidad está condicionada por culpa de algunos gestores que pasaron por El Sardinero y arrasaron como Piterman o Ali Syed, ese empresario indio que prometió títulos pero acabó llevándose el dinero. Dejó el club a dos velas. Como le ocurrió a Fred Pentland en sus tiempos. El británico entrenaba a la selección francesa y en los Juegos Olímpicos de Amberes, los de ¡A mí el pelotón Sabino!, conoció a través de René Petit, que jugaba en el Real Unión y la selección de Francia, a Pagaza, un santurtziarra, campeón de Copa con el Arenas y que había fichado por el Racing por asuntos de trabajo. Francisco Pagazaurtundua convenció a Pentland para que fichara por el Racing. Lo hizo, y al acabar la temporada, como estipulaba en su contrato, se jugó un partido amistoso cuya recaudación se la embolsaría el mister británico. Se llevó 4.000 pesetas. Pero cuando iba camino del banco a ingresarlo se topó con el Casino de Santander. El dinero se quedó allí y Pentland regresó a Inglaterra con telarañas en los bolsillos. Al año siguiente fichó por el Athletic.