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El futbolista inteligente


Futbolistas los hay de todos los tipos. En esto el fútbol es un deporte muy democrático. Se puede ser alto, bajo, fuerte o esquelético. Melenudo o calvo. La pelota no distingue quien la maneja. Leo Messi no pasa de 1,70 y es el mejor del mundo; Puskas jugaba con tripa y nadie le ganaba a marcar goles. Di María parece famélico pero tiene una energía insuperable. Cuando un jugador es bueno, sus características físicas no son determinantes.

También hay futbolistas tímidos y echados para delante; apocados y valientes, analíticos o alocados. Para jugar al fútbol a veces no hace falta ni conocer el juego. Hace unos años, un entrenador del Athletic me confesó, off the record, que uno de sus jugadores no tenía ni idea de fútbol. Era uno de los más técnicos. También era veloz, "pero no sabe jugar, no entiende los conceptos básicos". Las charlas tácticas le entraban por un oído y le salían por el otro. Aquel entrenador le perseguía desde la banda, le corregía constantemente la posición, se desesperaba. No sabía donde debía estar ni por qué. Tocaba la pelota de maravilla, regateaba y hacía muchas cosas que la mayor parte de sus compañeros no eran capaces de hacer, pero no entendía las reglas básicas. Jugó varios años en el Athletic, pero probablemente, su carrera hubiera sido más larga si a su habilidad hubiera sumado la inteligencia.

Jugadores listos, hay muchos; inteligentes, tal vez no tantos. Y entre los que son y han sido, me quedo con uno que ayer anunció su retirada del fútbol, Andoni Iraola. Le vi debutar frente al Barcelona hace ya muchísimos años, y le vi despedirse de San Mamés hace dos Ligas; también en la final de Copa del Camp Nou, su último partido, y en ese lapso de tiempo, se convirtió en uno de los jugadores imprescindibles para la historia del Athletic, sobre todo, debido a su inteligencia. Por supuesto, tenía cualidades innatas para jugar al fútbol: la velocidad suficiente como para competir en Primera División, una técnica estimable, de notable alto, una profesionalidad fuera de toda duda, básica para rendir tantos años al mismo nivel, y sobre todo, una inteligencia superlativa. Si aquel futbolista del que hablaba antes, redujo su carrera por no entender el fútbol, creo que Andoni Iraola la prolongó precisamente porque tenía el fútbol en su cabeza.

Ha sido inteligente para todo, hasta para decir adiós al Athletic cuando debía hacerlo. Posiblemente hubiera aguantado un par de temporadas, pero según quienes le conocen, empezaba a sufrir para aguantar el ritmo cada vez mayor del fútbol de elite, y él no quería bajar el pistón. Fue inteligente también cuando eligió disfrutar en otro equipo, alejado de la vorágine del fútbol europeo, en una ciudad atractiva para él y su familia. Su inteligencia se demostró incluso, cuando decidió renunciar a la Eurocopa, que acabaría ganando España, porque prefirió recuperarse de su lesión de pubis, una decisión dolorosa, pero como siempre acertada.

Y es que Iraola siempre tomaba las decisiones adecuadas, fuera y dentro del campo. Con la pelota en los pies era un seguro de vida para el equipo. Resultaba difícil verle equivocarse en una acción del juego. El pase, el regate, el taconazo o incluso la falta, se amoldaban a lo que el equipo necesitaba. Con una fidelidad al Athletic fuera de toda duda, ya que le llegaron ofertas de fuera que no consideró, se convirtió en un ejemplo para el resto de sus compañeros de vestuario, y una referencia para quienes llegaron por detrás. Empezó a ganarse a la afición del Athletic tras una dolorosa derrota en Anoeta, cuando las cámaras enfocaron sus lágrimas en el banquillo. Después desarrolló una carrera larga y regular, casi siempre en el lateral derecho, pero también en otras posiciones. Su inteligencia futbolística le permitía jugar en cualquier lugar del campo. Patrick Vieira, su último entrenador en el New York City se dio cuenta de ello, así que le colocó de medio centro defensivo, para cubrir las espaldas de Lampard y Pirlo, dos pesos pesados. Vivió los peores momentos del Athletic en las últimas décadas, y también los mejores, salvo el título de la Supercopa; protagonizó acciones increíbles, como aquella jugada frente al Manchester United en San Mamés, con tres regates imposibles y un remate final que se marchó fuera por poco. Ray Hudson, el ex futbolista inglés que comenta los partidos para la televisión de su país, aullaba literalmente con la acción del rojiblanco, que si llega a acabar en gol se recordaría ahora como uno de los mejores de la década.

San Mamés despidió con honores a su número 15, que se convirtió en 51 en Nueva York. Allí, en un lugar emblemático, el Yankee Stadium del Bronx, ha dado sus últimas lecciones con un balón en los pies. La inteligencia hecha futbolista.


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