Los palcos VIP
A mí me gustaría tener la solvencia suficiente como para alquilar un palco VIP en San Mamés. Tiene que ser maravilloso ser atendido por camareros, comer canapés, aparca bajo el campo y tomarse una copa antes del partido sentado en un mullido sofá. Luego, poder esperar a que las calles se desalojen mientras se observa cómodamente el resumen del partido en una pantalla de plasma. De momento no puedo, pero persevero. Me conformaría con ser invitado alguna vez a uno de esos txokos. Discrepo de quienes piensan que los palcos se deberían suprimir, que es un privilegio de los poderosos. Sin embargo, eso depende del baremo de cada uno. Para alguien de tribuna principal puede ser un agravio el precio de un palco VIP, pero para uno de tribuna alta norte puede ser un agravio lo que cuesta el carnet de la tribuna principal. Y para el que sólo puede ir de vez en cuando a San Mamés, puede ser un agravio pagar la cuota anual de la grada de animación. Hay otros que no pueden acudir. Los agravios llegarían hasta el infinito.
Queramos o no, los palcos son signo de los tiempos, una forma de hacer negocio, y según la directiva, la tercera fuente de ingresos del club.
Pero había un problema, que parece que ya se está solucionando. Al final ha imperado la lógica y quienes ocupen plaza en un palco VIP podrán tomarse su vino o su copa con la tranquilidad de saber que no están cometiendo un pecado. Hace unos meses, el Consejero de Sanidad, Jon Darpón, cometió un exceso al afirmar contundente que en los palcos VIP no se podían consumir bebidas alcohólicas, cuando después de aprobada la Ley de adicciones, ni siquiera se había desarrollado un reglamento. Pero en una carta que remitió en agosto la Consejería a las federaciones deportivas vascas, se aclara la cuestión: no se pueden vender ni distribuir bebidas alcohólicas durante el desarrollo de las competiciones, y para ello se expone un plazo: 15 minutos antes y después de los partidos.
El premio Nobel de Economía Ronald Coase, explica en sus teorías que allá donde las leyes son complicadas, cambiantes, excesivas y confusas no hay desarrollo. En España cada vez hay más leyes, estatales, autonómicas o locales. Desde la llegada de la democracia, los parlamentos y los ayuntamientos se lanzaron a un entusiasta desarrollo legislativo. Se regula todo, se legisla todo. Por eso, el intento del Athletic de progresar, de desarrollarse a través del nuevo campo, que ofrece nuevas posibilidades de negocio, se había topado precisamente, con una ley impuesta por uno de los socios de ese nuevo campo, el Gobierno Vasco. Las chinitas se lanzaban sobre el tejado propio.
En cierta medida, a mí, que durante años he seguido de cerca el Tour de Francia, me recordó, salvando las distancias, a la situación que se creó en la carrera francesa hace unos años. La grande boucle es un producto de ASO, Amaury Sports Organisation, que controla accionarialmente la familia Amaury. L´Equipe, el periódico organizador, pertenece lógicamente a la misma familia, pero se dio la circunstancia de que durante varios años, el diario deportivo se lanzó a una campaña hercúlea contra el dopaje. Lo cuestionaban todo. En un par de ediciones desistieron de escribir crónicas de la etapa y las sustituían por otro tipo de análisis. En definitiva, L´Equipe dudaba del Tour.
Hasta que la familia Amaury se dio cuenta del riesgo que suponía que un negocio suyo boicoteara a otro. Estaban acostumbrados a los ataques de Liberation o Le Monde, pero no a que las cargas de profundidad las pusiera su mascarón de proa, L´Equipe. De una edición a otra se cargaron a Frederic Galametz, la redactora jefa de ciclismo, combativa contra el dopaje. La trasladaron a hacer otros deportes. Lo mismo hicieron con la mayor parte de la redacción de ciclismo. En 2009 no se habló ni una palabra de dopaje, salvo por necesidad informativa. En los posteriores, tampoco. Es lo que ha pasado con los palcos VIP. La situación era absurda y el Gobierno Vasco estaba boicoteando a su propio campo, así que recula. Es lo que tiene legislar a la ligera.
Claro que para situación rocambolesca, la de la propuesta de la Comisión Permanente de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, que ha acordado proponer dos multas de 3.500 euros al Athletic por la expedición de bebidas alcohólicas en la Taberna Campa de los Ingleses, zonas VIP y Palco de Honor con ocasión de la celebración de los partidos Athletic-Valencia, jugado el 18 de septiembre, y Athletic-Sevilla, jugado el 23 de septiembre. Eso ya es rizar el rizo. El Athletic aquí ya no se enfrenta a la Ley de Adicciones, sino a la de la Violencia en el Deporte, que durante una década ha permitido que en todos los campos de Primera División con palcos VIP (Bernabéu, Camp Nou, Mestalla, Calderón, El Madrigal, etc) se consuma alcohol en las mismas condiciones. Y se siga haciendo, porque la propuesta de multa sólo le ha llegado al Athletic en un agravio comparativo que es para hacérselo mirar a quien denunció. ¿Quién fue?