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Pecados de juventud


Después de un fiasco como el de Bélgica, una demostración de carácter como la del Bernabéu. Hay derrotas y derrotas. Todas duelen, pero no es lo mismo caer haciendo el ridículo como el jueves que competir de tu a tu a un rival como el Real Madrid. Llovía en la capital de España y hubo quien apuntó, como si estuviéramos aún en los años cincuenta del siglo pasado, que el tiempo beneficiaba de salida al Athletic, como si el césped mixto del Bernabéu pudiera convertirse de nuevo en el barrizal en que se convertía Chamartín cuando caía la lluvia. Chamartín y todos los campos, claro, que por aquellos tiempos el césped era lo que menos se cuidaba para un partido.

En todo caso, la lluvia acabó aclarando las ideas de los jugadores rojiblancos según pasaban los minutos, y pese al lamentable error que propició el gol de Benzema, el equipo de circunstancias que alineó Valverde con tantas bajas como tiene, le fue cogiendo el gusto al partido.

De hecho, fueron los errores de juventud los que lastraron al Athletic y propiciaron el resultado final. Cosas que se corrigen con el paso del tiempo, cuando se fortalecen los caracteres y se afinan las punterías. El primero que pasó un trago amargo fue Saborit, que con muy pocos minutos aún en Primera División, estuvo blando en la disputa y dejó que Isco, que maneja infinidad de recursos, le robara una pelota que parecía suya. El pase a Benzema era mortal de necesidad.

Pero después se aprovechó el Athletic de la dejadez del Real Madrid. El equipo blanco es, tradicionalmente, muy poco constante, y da la sensación de que no depende del ocupante del banquillo sino de la propia inercia de un plantilla cargada de figuras. Empezó Zidane planeando una fuerte presión en campo del Athletic, pero las estrellas empiezan enseguida a hacer la guerra por su cuenta, y el asunto se desordena, y la presión se desinfla. Por supuesto, siempre existe el peligro de cualquier acción genial de Cristiano, Bale o Benzema; de un pase con tiralíneas de Kroos, o de una cabalgada de Marcelo. Sin embargo, esa inconstancia endémica acaba pasando factura muchas veces.

Y pasó frente al Athletic, que empezaba a mandar, y a tener el balón. Y meterse en el área, donde puede suceder cualquier cosa. Y en una de esas, Lekue, que demostró fortaleza de espíritu después de un partido horrible en Genk, le ganó la partida a Marcelo, llegó hasta la línea de fondo, centró y tras el error inicial de Eraso, la pelota le llegó a Sabin Merino que fusiló a Navas.

El goleador también cometió un error de juventud, cuando en un centro templadísimo del recuperado Lekue, remató de cabeza fuera con toda la portería para él.

El Madrid apretaba a veces, y llegaba cerca del área, pero el Athletic se defendió bien. Cristiano, pese a lo que digan sus hagiógrafos, no es lo que era y está enfurruñado con el gol. Se hace mayor aunque de vez en cuando suelte un destello que frente al Athletic no tuvo. Con empate al descanso después del desastroso inicio, y ni tan mal.

Pudo ser mejor, claro, porque cuando los partidos empiezan a decidirse para bien o para mal, llegó el tercer pecado de juventud, y esta vez le tocó a Iñaki Williams, que después del enésimo error de la defensa del Madrid, se quedó frente a la salida de Keylor Navas y golpeó con excesiva fuerza. La pelota, que ya se cantaba gol en todos los bares de Bilbao, se fue cerca del travesaño, mientras los parroquianos de las tabernas se echaban las manos a la cabeza.

Luego salió Morata para arreglarle las cosas al Real Madrid y alimentar las tertulias, y poco después la segunda ocasión de Williams ante Keylor, que podría haber sido un empate merecido, en un partido que sacó de nuevo a relucir el carácter del Athletic. Hay formas de perder y prefiero ésta del Bernabéu que la del desangelado campo del Genk.


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