El precio de las entradas
El fútbol es caro. Resulta indudable. El juego que se popularizó en España a partir de los años veinte del siglo pasado, se financió durante décadas por el ingreso de las taquillas y la recaudación entre los socios. Los clubes comenzaron a construir estadios más grandes porque recaudaban más dinero. Santiago Bernabéu tuvo la vista muy clara cuando decidió comenzar las obras del campo que ahora lleva su nombre; el Barcelona comenzó a quedarse atrás cuando en el coliseo blanco, que se fue levantando a trozos, pudieron congregar, gracias al tirón de Alfredo Di Stéfano, más de cien mil personas. El Camp Nou, otro grandísimo estadio, llegó tarde. El Barça tenía a Kubala, pero en Les Corts recaudaban la mitad que en Chamartín, y ese retraso lastró al club azulgrana durante muchos años.
Los clubes se financiaban vendiendo entradas y carnets de socio; la televisión no había llegado todavía a los presupuestos; no se vendían camisetas y los ingresos atípicos casi eran inexistentes. Cuando todo eso llegó, sin embargo, la inercia inflacionista del precio de las entradas se mantuvo. El fútbol en España, a pesar de que ahora la venta de localidades no es sino una parte reducida de los presupuestos de los clubes, sigue siendo caro. Casi un lujo en muchos casos, algo que sorprende en muchos países, incluso con mayor poder adquisitivo. Cuando el Schalke 04 alemán jugó en San Mamés, sus seguidores exhibieron una pancarta que rezaba: "Un euro el minuto: el fútbol no es sexo telefónico". Sus entradas costaban noventa euros.
Pero a la vez, por mucho que el fútbol no sea sexo telefónico, es, como la citada actividad, un acto voluntario de entretenimiento. No es obligatorio pagar una entrada para ver un partido, ni abonarse a una plataforma televisiva para verlo en casa.
Así que me extrañan esos manifiestos de la agrupación de peñas de la Real Sociedad en los que se insta al Athletic a rebajar el precio de las entradas destinadas a los aficionados donostiarras, tal como, según afirman, harán los otros clubes vascos cuando se disputen el resto de los partidos entre ellos. Por supuesto, el club ha hecho oídos sordos a la demanda, entre otras cosas porque eso supondría un agravio comparativo con los aficionados rojiblancos que acuden a San Mamés. Ser socio del Athletic es caro. Un entrada de tribuna Principal le cuesta a cada asociado una media de 40 euros por partido, si se divide el costo anual del carnet entre los encuentros que se juegan en la Catedral cada año, y sin contar los compromisos europeos y los medios días del club, en los que también tienen que pasar por taquilla. Los peñistas de la Real que invitaron al boicot, y están en su derecho a hacerlo, querían pagar no más de veinte euros por cada localidad. Si la directiva de Josu Urrutia hubiera accedido a la demanda, habría tenido problemas para explicar a sus propios socios que quienes una vez al año acuden a San Mamés, y además a animar al equipo rival, gozan de privilegios que ellos no tienen.
El fútbol es caro, repito, pero no es obligatorio. Según los peñistas, la Real, el Alavés, el Eibar y Osasuna rebajarán los precios de los derbis de ésta temporada, pero a los aficionados del Athletic les hubiera salido un sarpullido. Saben que, durante años, han tenido que pagar a precio de sexo telefónico cada vez que decidieron viajar a Pamplona o San Sebastián. En el último partido del Athletic en El Sadar, la afluencia de rojiblancos fue escasa. Los precios tuvieron la culpa; la temporada pasada en Anoeta, ver el Real-Athletic en la grada baja de una de las curvas del campo, con escasa visibilidad, costaba 40 euros. Durante los últimos años, los aficionados del Athletic han preferido viajar a Valladolid o Gijón, donde eran bien recibidos, a pesar de una distancia mucho más larga, y las entradas eran más baratas y han desertado de los campos vascos. Estaban en su derecho, como lo están los seguidores de la Real de no acudir a San Mamés el fin de semana, aunque claro, no todos piensan lo mismo que los peñistas, y las entradas que puso a la venta la Real se agotaron en minutos.
A mí me gustaría que las localidades para el derbi del año próximo costaran veinte euros, pero claro, también que los carnets de socio se rebajaran en el mismo porcentaje que las entradas. Posiblemente no sucederá la próxima temporada, pero tal vez con los ingresos televisivos cada vez más altos, los clubes recapaciten y rebajen esos precios que ahora son un lujo. Pero esa es otra historia.