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Un árbitro francés


Cuando duda un árbitro de rugby, el deporte en el que las decisiones del juez nunca pueden beneficiar al infractor, algo que sí sucede en el fútbol, se para en el césped, mira hacia la grada y hace un gesto idéntico al de las promos de ese canal nuevo de televisión que se llama Ten: dibuja un cuadrado con los dedos. Está pidiendo que se rearbitre la jugada mediante la repetición del vídeo.

En el fútbol europeo todavía no se ha llegado a cambiar la regla para que un árbitro sentado en la grada, con acceso a las imágenes de televisión, despeje las dudas de los jueces que están a pie de campo. Sin embargo, anoche en San Mamés, dio la sensación de que un árbitro francés había hecho eso: recibir a través del auricular la información de que Aduriz y Williams estaban en fuera de juego cuando el segundo marcó un gol en el minuto final de la primera parte. Fue un esperpento, que se produjo justo veinte años después del mítico "¡Rafa, no me jodas!" de Mejuto González a Rafa Guerrero, su linier, que acabó con penalti y expulsión de Aguado, que no había sido, porque el rifirrafe en el área del Zaragoza, en un córner a favor del Barcelona fue entre Couto y Solana.

A mí me recordó también a la acusación que recibió Medina Cantalejo en la final de la Copa del Mundo de 2006. Fue él quien avisó al árbitro de que Zidane le había propinado un cabezazo a Materazzi, y aseguran los franceses que lo vio en el videomarcador del estadio Olímpico de Berlín. En fin, lo de San Mamés fue algo nunca visto. Primero el árbitro se tragó el fuera de juego de Williams; después señaló el centro del campo para dar validez al gol. Más tarde, ante las protestas de los jugadores del Rapid, se fue a hablar con el linier y con el juez de portería. Se desdijo, anuló el gol y señaló penalti. Además mostró la tarjeta amarilla al portero austríaco. Llevó el balón a los once metros con toda solemnidad y cuando Aduriz estaba ya dispuesto a golpear y habían pasado un par de minutos, volvió a reunirse con su particular sanedrín y señaló fuera de juego.

Posiblemente la jugada no pase desapercibida en la UEFA y Tony Chapron y sus mariachis tengan que ofrecer prolijas explicaciones a sus jefes.

En fin. Un árbitro francés nos dio motivos para el debate. Al menos no se polemizará sobre el resultado, porque pese a los apuros finales, más ficticios que reales, porque el Rapid lo intentó a la tremenda con más tosquedad que eficacia, el Athletic, sin hacer un juego exquisito y encomendado a la mente preclara de Beñat, ganó el partido con total merecimiento, sin demasiado fútbol, salvo el que salía del cerebro rojiblanco, pero con una superioridad absoluta sobre el rival, que salió a cerrarse en banda y casi consigue un resultado positivo porque los hombres de Valverde no estuvieron demasiado finos en el remate y un tanto lentos en la creación de juego. Menos mal que estaba Beñat para agarrar un zapatazo a bote, ya en la segunda parte, y desatascar el partido.

Pensemos en positivo: en el juego que va a dar en las tertulias y las barras de los bares la decisión de Chapron (que suena a título de película), y en que el Athletic lleva ya cuatro triunfos consecutivos desde aquel accidente en el campo del Sassuolo.


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