Días de vino y rosas
Días de vino y rosas es el título de una película dirigida por Blake Edwards y magistralmente interpretada por Jack Lemon y Lee Remick, y que cuenta la relación entre una mujer y un hombre, bien situado en la sociedad, pero con un grave problema, el alcoholismo. Es un paso entre el cielo y el infierno a través de la adicción a la bebida, un drama en definitiva. Sin embargo, el título se ha asociado más de una vez, a vivir momentos de esplendor sin que el mañana importe. En el fútbol, por ejemplo. No sería extraño escuchar que para el Athletic son días de vino y rosas después de cuatro triunfos consecutivos que le han colocado a sólo dos puntos del liderato, y en un ejercicio de lo que pudo haber sido y no fue, a pensar en el vértigo que estaría produciendo entre los seguidores rojiblancos si el equipo hubiera sido capaz de ganar en El Molinón, frente a un rival tradicionalmente ganable. ¡Madre mía!, ¡seríamos líderes!
En fin, no lo somos aunque las distancias son más cortas que nunca en los últimos años, lo que habla de que el Athletic, pese al juego todavía entre interrogantes, es un equipo muy sólido, en el que los futbolistas se conocen a la perfección y cada cual sabe dónde está el compañero casi sin mirar de reojo. Son días de esplendor, de vino y rosas, haciendo mal uso de la expresión, aunque tal vez sí sea acertada cuando la Liga se prolongue en el tiempo y las cosas no salgan como se esperaba.
Porque siempre hay momentos así incluso para los mejores equipos. Es cierto: los aficionados suelen pintar siempre un futuro espléndido a poco que sean ligeramente optimistas. Digan la verdad. Seguro que más de una vez se han puesto a rellenar de resultados el calendario de los partidos que restan y sumando de aquí y de allá, al final han llegado a la conclusión de que el Athletic, como poco, juega la Champions; que si ganamos en casa, que si empatamos en el Bernabéu y el Camp Nou... En caso de duda, en nuestras quinielas siempre gana nuestro equipo.
Pero luego llega la realidad que nos estropea ese sueño, y por un poste inoportuno, una caraja imprevisible o un árbitro que se nos atraganta, no todos los puntos que habíamos planificado entrarán en el zurrón. Y seguro que hay días malos, y rachas nefastas. Tal vez entonces lo que hay que tener es un cierto grado de templanza. No pasar del día a la noche, sino confiar en que el Athletic es un buen equipo y tiene un magnífico entrenador, y que nadie duda de que el compromiso y la intensidad no van a fallar nunca. Que los malos momentos no sean un drama.
Hubo un mal momento hace dos semanas, cuando un equipo italiano del montón le pegó un importante repaso al Athletic en el partido inaugural de la Europa League. Frente al Rapid de Viena llega oportunidad de redimir ese pecado original europeo; de conseguir que los partidos del jueves sean de nuevo días de vino y rosas.
Recuerdo al Rapid, cuando jugó en San Mamés en agosto de 1973, en el torneo del 75 aniversario del Athletic. Disputó la semifinal contra los rojiblancos, que ganaron 4-2 y mostraron una clara superioridad frente a un equipo que tenía en sus filas al goleador Hansi Krankl, que después jugaría en el Barcelona, y que antes de fichar por los culés le había amargado la existencia a la España de Kubala en el Mundial de Argentina. Se acordará Dani, autor del único gol español en aquel partido que ganó Austria 2-1 y que sentenció Krankl.
En fin; aquel torneo que acabó ganando el Bayern de Munich fue la primera vez que vi al Rapid, que llega acompañado por 700 seguidores que, esperemos, sean más civilizados que los del Austria, su eterno rival vienés, aunque los antecedentes no invitan al optimismo. Ya tienen sus ultras un amplio historial de vandalismo. En fin, estamos rodeados. Esperemos que quienes deben hacerlo, actúen en consecuencia si hay motivo, y sobre el césped, que el Athletic siga con sus días de vino y rosas, y que no se acaben todavía.