Balenziaga como símbolo
Para mí la tarde empezó mal, cuando me comunicaron la muerte del socio 46.179 del Athletic, Luis Ortiz, Luigi en la redacción de Deia, donde le conocí hace muchísimos años, Trappatoni para sus amigos más íntimos. No era periodista; trabajaba en el montaje de las páginas, pero acabó siéndolo una vez a la semana, porque se lo pidió su amigo Iñaki Ugalde, al que hace unos días le llamó para decirle que ya no podría seguir escribiendo esa última página en Mundo Deportivo. Estaba ya en fase terminal de una enfermedad contra la que luchó durante muchos años y que no le impidió seguir al Athletic en decenas de desplazamientos junto a su gran amigo Iñaki.
El Athletic era su pasión y su medicina en los días de zozobra, que han sido muchos, así que Luigi se merecía un triunfo rojiblanco. Y el Athletic cumplió.
Y todo San Mamés se empieza a dar cuenta de que al equipo de Valverde le está volviendo el color después de haber comenzado la temporada un tanto pálido. No es la perfección, claro está, lo que se puede ver sobre el terreno de juego, pero el Athletic avanza por buen camino en su búsqueda. Y Balenziaga es el símbolo del equipo. El futbolista guipuzcoano no es un dechado de virtudes técnicas, pero las suple con su férrea disciplina y su entusiasmo. Cuando en la final de Copa de hace dos temporadas, Ernesto Valverde le encargó seguir a Messi allá donde fuera, sólo le faltó sentarse en el banquillo del juzgado donde el argentino acudió como imputado. Se lo habían ordenado y él obedeció. Sin rechistar.
Debe ser muy agobiante para un delantero tener a Balenziaga echándole el aliento en la nuca, sin darle un metro para respirar, y aguantar después su despliegue por la banda cuando encuentra pasillo por la izquierda. Es un pesado para cualquier rival, y eso se lo agradecen sus compañeros.
Además, contra el Sevilla marcó un gol importantísimo, de excelente realización y finalización.
Llegó en unos momentos de desconcierto rojiblanco. El Sevilla había empatado casi en su única intentona seria hasta ese momento. El Athletic llevó el mando en la primera mitad, acogotó al Sevilla en su salida de balón e impidió que ese fútbol suicida que atribuyen a los equipos de Sampaoli, se materializara en el césped de San Mamés. Vamos, que la presión rojiblanca no permitió que los kamikazes sevillistas se estrellaran sobre el portaaviones bilbaino.
El Athletic se acercó con peligro al área de Sirigu hasta que en un córner que sacó Beñat hacia De Marcos, el disparo del alavés golpeó en las piernas de un rival y habilitó a San José que, a la segunda, batió al portero italiano del Sevilla. Los de Valverde lo merecían frente a un rival que no apareció cerca del área de Kepa en toda la primera parte, aunque apabullara con la posesión. El Athletic tuvo oportunidades como para ampliar el marcador antes del descanso, pero no acertó.
Sí el Sevilla en la segunda mitad, casi en su primer acercamiento, después de una jugada de Nasri, que se movió bien. Sarabia disparó, Kepa rechazó hacia el centro y el propio Nasri remachó para empatar. Los andaluces, sin embargo, parecían conformarse con el empate. El Athletic no. Balenziaga tampoco, así que en uno de esos episodios de presión cerca del área sevillista, le robó la pelota a Sarabia, se hizo un autopase ante Mariano y disparó cruzado y fuerte para marcar el gol que desequilibraba el partido.
Entonces sí, el Sevilla sacó toda su artillería, a Vitolo y a Vietto, pero en una actitud autodestructiva, descuidó la zaga y propició robos y contragolpes del Athletic. El más claro, en un balón que rebañó Saborit y que le dejó con todo el campo para él. Vio al otro lado a Aduriz y por aquello de los galones, quiso pasarle la pelota. Ese fue su pecado.
Aduriz, sin embargo, no se marchó sin marcar. En el minuto 88, disputó un balón en el área con Sirigu. Al portero se le cruzaron los cables y le propinó un codazo al delantero. Penalti y tarjeta roja por agresión. Se tuvo que poner los guantes Iborra, el más alto del equipo, que adivinó por dónde tiraba Aduriz, pero no pudo llegar al disparo.
El Athletic se acostó en la zona noble, tras cuatro victorias consecutivas, y recupera el color. Cuando alcance la velocidad de crucero puede ser imparable.