Un lujo en el banquillo
En el banquillo de San Mamés, sentado discretamente en una esquina, como si tratara de pasar desapercibido, sin molestar a los jugadores y al entrenador, dejando un espacio entre los demás y él, hay un lujo, una leyenda viviente del Athletic. Se llama José Ramón Gallego Souto. Es el único de quienes se sientan al borde del césped en San Mamés que puede decir que ha ganado dos Ligas, una Copa y una Supercopa vistiendo la camiseta rojiblanca. Un respeto.
Txetxu Gallego es ahora el utilero del Athletic; el encargado del material. Cuando los futbolistas llegan al vestuario, encuentran la ropa perfectamente colocada en los bancos, junto a las taquillas. Las camisetas, los pantalones, las medias, las toallas, las botas, las chancletas... De eso se encarga Gallego, de organizar que los jugadores lo encuentren todo perfecto. Casi lo mismo que hacía en el campo, a las órdenes de Javier Clemente: organizar al equipo para que sus compañeros se sintieran cómodos.
Gallego llegó al Athletic desde la Cultural, el equipo de Durango, su pueblo; se adaptó al Bilbao Athletic pero después le enviaron a foguearse muy lejos, a Córdoba, donde completó una temporada sensacional y dejó muchos amigos. Algunos de ellos fundaron después una peña con su nombre en El Carpio. Regresó al Athletic y entró en los planes de Clemente; encajó como un guante. Txetxu era un centrocampista con una técnica envidiable y un sentido del juego exquisito, además de un trabajador incansable, muy del gusto de su entrenador. Hablar, no hablaba mucho, tal vez por eso le llamaban el "mudito" en el vestuario, pero cómo jugaba al fútbol. Si quieren ver una muestra, vayan a éste vídeo del partido Real Madrid-Athletic en el Santiago Bernabéu. Si no quieren verlo entero, aunque lo recomiendo, avancen hasta el minuto 4.34 y verán una jugada que convertiría en estos tiempos a su autor, en una gran figura del fútbol.
Pero cuando jugaba Txetxu Gallego, los futbolistas no tenían tanta proyección mediática. Ganaban dinero, sí, pero pocos podían vivir de las rentas. Por eso, cuando dejó el fútbol, tuvo que ponerse a trabajar, primero a turnos en una fábrica metalúrgica de Amorebieta, y después, cuando la empresa cerró, en el Athletic, con un grave accidente automovilístico de por medio, que le destrozó la cadera, con la que tantos quiebros había hecho a los jugadores contrarios.
Txetxu tuvo que pasar las pruebas de selección, enviar su currículum y afrontar dos entrevistas antes de conseguir el puesto, pero ¿quién podía superar el historial de un exfutbolista con cuatro títulos, que había pasado doce años en Lezama y que conocía el vestuario como su propia casa?
Así que respeto a José Ramón Gallego, ese lujo en el banquillo del Athletic. Cuando los futbolistas del primer equipo se visten en la caseta, cuando tiran las camisetas sudadas en el cesto de la ropa sucia, deberían hacerlo con admiración hacia ese cincuentón que saca y mete las cajas del material; que recoge el vestuario al terminar los partidos y los entrenamientos. Será difícil que alguno de ellos, que posiblemente sí podrán vivir el resto de sus vidas de lo que les dio el fútbol, consiga completar un palmarés como el del utilero. Por no hablar de marcar un gol como el del Bernabéu.