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Una trayectoria impecable


La primera vez que vi jugar a Markel Susaeta en el Athletic fue por televisión, en un bar de Úbeda, provincia de Jaén. Casi por casualidad. Pasaba por allí la Vuelta a España, que yo seguía para mi periódico, y aquella noche de sábado, caluroso en Andalucía, actuaban en el campo de fútbol ubetense dos pájaros de cuenta, Serrat y Sabina, así que la expectación era enorme, porque el segundo volvía a casa con su espectáculo. Me regalaron una entrada para el concierto, y de camino entré a un bar para comerme un bocadillo. No me acordaba de que jugaba el Athletic, enfrascado en la vorágine ciclista, después de una jornada kilométrica que había partido de la provincia de Murcia. Al entrar, vi que lo estaban dando por televisión. Justo en ese momento se había producido una falta al borde del área a favor del Athletic, y la iba a tirar Susaeta, menudo descaro con 19 años. Lanzó por encima de la barrera y le marcó al veterano César, portero del Zaragoza, que se quedó haciendo la estatua. ¡La leche!, pensé, vaya golazo del niño. El domingo anterior ya había marcado, el día de su debut, en el Camp Nou. Con dos goles en dos partidos, no parecía que Susaeta fuera a ser sólo una aparición fugaz. Tenía clase el condenado, a pesar de su apariencia frágil, de su cara de adolescente.

Jugó mucho su primer año. Luego, su estrella se apagó un tanto con Caparrós en el banquillo. Suele pasar. Era un chico muy joven, exigido ya como un futbolista de elite. Sin embargo fue sumando un número considerable de partidos en cada temporada. Con la llegada de Marcelo Bielsa se convirtió en el futbolista más utilizado de la plantilla. Jugó todos los partidos oficiales de la Liga, la Copa y la Europa League. Todos: 72 encuentros en total, a un gran nivel. Markel era un futbolista al gusto del técnico argentino, y el sistema empleado por el entrenador se adaptaba a las mil maravillas a las características de Susaeta, un futbolista exquisito, con una técnica depurada, una inteligencia táctica notable y una capacidad de sacrificio fuera de toda duda. No me asombró, pero sí me maravilló cuando en el minuto 92 del partido frente al Schalke 04, en el Veltins Arena, hizo una carrera de 60 metros con la pelota para centrar y que Muniain llegara para marcar el 2-4.

Era Susaeta en estado puro, el futbolista con aspecto frágil, pero duro como una roca, capaz de pedir la pelota siempre, aún después de haber recibido el reproche de la grada, sin esconderse; capaz de bajar a defender su zona en cada ocasión. Su trabajo defensivo, siendo como es un futbolista de ataque, resulta impagable. La sociedad que formó durante años con Andoni Iraola fue lo más exquisito que se ha visto en el Athletic de los últimos años.

Y aún así, Susaeta sigue siendo un jugador cuestionado por parte de la afición del Athletic, todavía despierta dudas. Pese a que apenas con 28 años, en su próximo partido superará a su presidente, Josu Urrutia, en el ránking de futbolistas del Athletic con más partidos a sus espaldas, e igualará a dos leyendas como Carmelo y Dani. Posiblemente, a final de temporada habrá saltado al top ten de esa clasificación de la fidelidad rojiblanca, por encima de Panizo, Urzaiz, Argote y Guerrero.

Susaeta se convirtió el jueves en el futbolista con más partidos europeos de la historia del Athletic: ha jugado 56, uno más que el mito viviente del Athletic, José Ángel Iribar. Markel lleva diez temporadas en el primer equipo, ha marcado 51 goles, ha ofrecido decenas de asistencias a sus compañeros. Sigue teniendo esa cara de niño de los primeros años; sigue siendo el futbolista que no levanta la voz salvo con la pelota en los pies, y a veces sufre, como todos, un bache en su juego, pero nunca se esconde, siempre está dispuesto a recibir la pelota, y ningún entrenador ha dudado jamás de su entrega y de su clase.

Es cierto que a veces engaña con su aire melancólico, su mirada que parece triste. Destila un aire de nostalgia, de lo que se fue y no regresará. El jugador del Athletic formaba una línea derecha impecable con Andoni Iraola. Se entendían con la mirada, pero el lateral que apura sus últimos años de fútbol en Nueva York, comenzó a ser un fijo discontinuo en la alineación del Athletic y esa magia que llegó a su esplendor en la primera temporada a las órdenes de Bielsa, cuando los dos atacaban a oleadas, mientras los comentaristas televisivos exclamaban: «¡Ahí vienen otra vez!», se perdió casi por completo. Se adaptó a los nuevos tiempos. Ahí sigue.

Susaeta es un orgullo para el Athletic; un futbolista con la marca de Lezama, criado desde pequeño en el club y fiel a los colores que, posiblemente, seguirá vistiendo bastantes años más. Quienes le han moldeado durante todos los años en los que ha permanecido en el Athletic pueden estar satisfechos de su trabajo. De conseguir que la trayectoria de Markel Susaeta sea impecable.


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