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Todos a bordo


Cuando escribo estas líneas no se sabe aún si en la sala de embarque del aeropuerto de Parma se había celebrado un gabinete de crisis entre Josu Urrutia y Ernesto Valverde. Probablemente nunca se sabrá, salvo que algún aficionado del Athletic lo capte con la cámara de su teléfono y arriesgue la posibilidad de que los seguidores rojiblancos también se queden fuera del avión en los desplazamientos de la Europa League. Todos a bordo.

Cuatro partidos, tres derrotas es el balance del comienzo de temporada, y habrá que decirlo aunque cuando vayan mejor las cosas -esperemos-, lo recordará oportunamente el presidente en alguna de esas ruedas de prensa que aprovecha para ajustar cuentas con sus enemigos naturales, los periodistas.

Lo que no podrá decir es que los reporteros han desestabilizado al equipo en el avión. Ese "espacio de trabajo" del que habla el ocupante del sillón de Ibaigane, con el lenguaje propio del coaching, que se extiende cual plaga por los pasillos del palacete que fue de la familia Sota, de rancio abolengo bilbaino y rojiblanco. Todos a bordo.

El Athletic, todos a bordo, fue un desastre sin paliativos en Reggio Emilia, en una segunda parte para la vergüenza y el oprobio, y salió goleado por el Sassuolo, que jugaba el primer partido europeo de su historia y no tiene más nivel que un conjunto de clase media-baja de la Liga española.

Después de las vacaciones más largas de la última década, la pretemporada rojiblanca está siendo larguísima también. Aún no ha terminado y no se sabe cuándo lo hará. Si la campaña anterior se achacaron los malos resultados del inicio al comienzo prematuro de la preparación para afrontar las fases previas de la Europa League, en esta ocasión no se puede alegar tal situación. Es cierto que Aduriz y San José acudieron a la Eurocopa; como por otra parte hicieron cientos de futbolistas de todo el continente. También que Raúl García sufrió una dolencia que le tuvo en el dique seco durante varias semanas, pero no parece que todo eso sea justificación para el hundimiento del Athletic en la segunda parte, que fue un cúmulo de despropósitos.

Cuando a alguien como Pol Linola, un aseado lateral catalán, que jugó un partido en el Espanyol B, se le abre un pasillo como el que le dejaron Beñat y Sabin Merino, le entran tentaciones de emular a Messi en sus esláloms desde el costado hasta el centro del área, pero con una diferencia: al argentino, habitualmente, le salen al paso un bosque de piernas. A Linola no le salió ninguna. Beñat corría a su lado como si quisiera grabar la escena con una GoPro; Laporte, que está en un momento bajísimo, le dejaba dos metros para que entrara al área y disparara para hacer el 1-0. ¿Un accidente?

Lo pareció al principio, pero cuando después de minutos infructuosos de quiero y no puedo, llegadas previsibles y depresión general, San José le hizo el regalo de la noche a Defrei, se vio que allí se gestaba una crisis más profunda, basada en la escasa concentración del equipo rojiblanco, como si las vacaciones no hubieran acabado y siguieran todos a bordo de un crucero por el Caribe.

La humillación tampoco estaba completada. En el minuto 81, después de hora y veinte minutos de impotencia, Politano, un buen futbolista, dentro de un equipo sin figuras, fusiló de nuevo a Herrerín, tercer portero en tres partidos, récord Guinness de las alineaciones y síntoma tal vez de que el Athletic todavía no sabe por dónde le da el viento. El equipo de Valverde no supo formar su gabinete de crisis sobre el césped, cuando empezó a perder el partido, y nadie da fe de que ese gabinete se formara en el aeropuerto de Parma, donde seguro que sí hubo caras largas, y preocupación. Caer goleado ante un rival de medio pelo no es de recibo. El gol de Raúl García, que maquilló un mal partido el pasado domingo en Riazor, sumó tres puntos pero no revitalizó al equipo, que como los osos cuando hibernan, perdió la grasa y las proteínas con tantas vacaciones y una pretemporada que no auguraba nada bueno.

Por lo menos, nadie podrá echar la culpa a quienes no viajaron en el avión rojiblanco. Todos a bordo.


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