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El charco de Aldazabal


Lo confieso: se me abren las carnes cuando alguna persona relacionada con el Athletic desconoce las más elementales nociones sobre la historia del club. No hablo de detalles concretos, sino, al menos, las líneas generales de una entidad que presume de edad y de bagaje. Me ha sucedido dos veces en los últimos años. La primera en tiempos de Caparrós. Resulta que se inauguraba una exposición en el museo del antiguo campo, y acudieron algunos miembros del equipo técnico, entre ellos Luciano Martín, Luci, hombre de confianza del entrenador. Su segundo, vamos. Paseaba delante de mí ojeando las vitrinas, cuando de repente le escuché decir: "Ah, ¿pero Pichichi fue jugador del Athletic?" Opté por morderme la lengua.

La segunda vez fue durante la última Asamblea de compromisarios en el Euskalduna. Intervino un socio, habló del Atlético de Madrid y no se qué confusas relaciones entre el nombre del Athletic y el del equipo colchonero, tal vez influido por ese cántico recurrente de "sólo hay un Athletic y es el de Bilbao". En la respuesta, el secretario de la Junta, Javier Aldazabal, logró que se me volvieran a abrir las carnes. En vez de contemporizar, hizo lo que no debía, meterse en un charco por ignorar la historia. Dijo que el Atlético de Madrid lleva cien años usurpando el nombre, los colores y hasta el escudo del equipo bilbaino. Afirmó que había visto el primer emblema del equipo madrileño y que era idéntico al del Athletic de aquella época. Seguro que en el club le podrán prestar a Aldazabal el libro que en 1923 escribió José María Mateos con motivo del 25 aniversario del Athletic, o los posteriores que se han ido publicando a lo largo de los años, y allí descubrirá que el 26 de abril de 1903, unos estudiantes vascos en Madrid decidieron fundar un equipo sucursal del equipo bilbaino, el cual se denominó Athletic Club Sucursal de Madrid. Y que los socios de uno también lo eran del otro. Y que ambos clubes no podían enfrentarse en partidos oficiales al ser considerados el mismo club.

Por eso, Javier, vestían los mismos colores, sin ningún ánimo de usurpación, y cuando el Athletic jugaba en Madrid y no tenía jugadores suficientes, incluso en alguna final, saltaban al campo futbolistas de la Sucursal madrileña, que lógicamente, usaba el mismo escudo y la misma camiseta. Y que en enero de 1910, el día que el Athletic estrenó las camisetas rojiblancas, el portero era Fernando Asuero, después médico famoso, que era donostiarra y jugaba en el Athletic de Madrid, y que como pasaba sus vacaciones de Navidad en San Sebastián se unió al equipo bilbaino en aquel partido que se jugó en el campo de Amute en Hondarribia.

Y meses después, Javier, el Athletic de Madrid jugó un partido amistoso en Bilbao, y en la cena de confraternización, Juan Elorduy, el directivo del Athletic que había comprado las primeras camisetas rojiblancas en Inglaterra, les regaló un juego para que también ellos saltaran al campo de rojiblanco. No usurpaban nada.

Y vayamos más allá en la historia. Uno de los presidentes del Athletic, Ricardo de Irezabal, que fue quien puso por escrito la filosofía del club, allá por los años veinte del siglo pasado, tuvo un hijo que llegó a ser presidente durante unas semanas, del Atlético de Madrid, en los años setenta. Los lazos existen, aunque sólo sea en la historia. Y nadie robó nada. Ni el nombre, que fue Athletic de Madrid hasta 1939, y por eso se quedó lo de Atleti.

A veces los directivos se meten en charcos, como el de Aldazabal, o como el de Uribe-Echebarria, que habló de los precios de una entrada en los partidos de juveniles, "a quince euros en Mallona o Arrigorriaga". Me cuenta un asiduo a Mallona que allí cobran cinco euros. En el Santo Cristo de Arrigorriaga, según la página web del Padura, las entradas de juveniles cuestan cuatro euros. En fin.

Son charcos fáciles de rodear, o de saltar. Anécdotas al fin y al cabo, aunque se me abran las carnes, y más con Aldazabal, que es una de mis debilidades en la directiva del Athletic. Salvo en esa respuesta extemporánea, solventó con maestría de catedrático cada una de sus intervenciones en la Asamblea, que volvió a mostrar el músculo económico del Athletic. Aldazabal es una de las estrellas del club rojiblanco aunque no se vista de corto. Es un crack en el juego largo y el corto, y uno de los activos más notables, por no decir el más, de los que rodean a Josu Urrutia, que lo sabe. Tal vez los dos deberían pensar si no es conveniente, que cuando el actual presidente decida abandonar el puesto, sea Aldazabal el que, proceso electoral mediante, trate de seguir el camino desde la máxima responsabilidad del club. Porque una cosa es repudiar ciertas actitudes mesiánicas del actual presidente y que en la Asamblea volvió a evidenciar en frases como "jugar en nuestro club debe sentirse como un privilegio no comparable a ninguna otra expectativa", y otra reconocer que él y su directiva, con Aldazabal como peón destacado, llevan al club con un rumbo bien trazado. El actual secretario puede ser el futuro. Pero que se lea el libro de Mateos.


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